Una vida de altura: Mario y el orgullo de ser mineropuneño
«Ser minero es un orgullo para mí, poder representar a la Puna y ser quizás la voz de aquellos que no tuvieron la oportunidad de contar sus historias. Antes, nuestro trabajo era sufrido y silencioso; hoy las cosas han cambiado, y en la Puna se trabaja con mucho más respeto y dignidad», cuenta Mario Sangüezo, un minero con casi tres décadas de experiencia de trabajar en las remotas alturas de la cordillera salteña.
Es un fiel peregrino del Milagro Salteño. La devoción que tiene por su trabajo es tan grande como la que siente por sus santos patronos, y, como muchos otros mineros, él comenzó cuando la minería aún no era el «boom» que es hoy en la Puna salteña.
Actualmente Mario trabaja en Manufactura Los Andes, en Olacapato, para la empresa Minera Santa Rita. «Olacapato está a 60 kilómetros de San Antonio de los Cobres, a 4.100 metros sobre el nivel del mar. Es el campamento de mayor altitud de la zona», describe con orgullo. Han pasado 29 años desde que empezó en el oficio, y cada día se siente más orgulloso de ser minero.
Mario, en la peregrinación del Milagro hacia la capital salteña.
Mario comenzó en la minería a los 18 años, como chofer en Mina Tincalayu para la empresa Marcilese, después de finalizar sus estudios en la ex E.N.E.T. N°3 como Auxiliar Técnico Mecánico.
Luego, trabajó en la extracción de ulexita en Mina Maggi, primero como tractorista y después como operador de palas cargadoras para la empresa Moncholi.
Más adelante, se unió a Minera Santa Rita, donde pasó más de 12 años en Mina Patito, primero como operador de maquinaria y luego como encargado de personal.
Fue allí, en 2007, que junto con otros diez compañeros iniciaron la «Peregrinación de los Mineros», una tradición religiosa que hoy cuenta con 17 años y une a cientos de trabajadores en su devoción.
Las dificultades en la actividad siempre están presentes.
Además de su trabajo, Mario siempre se ha comprometido con actividades que promuevan la unidad en el sector minero, como las Olimpíadas Mineras. Un problema de salud lo alejó de la Puna por un tiempo, durante el cual trabajó en Salta en la empresa La Veloz del Norte. Durante la pandemia, su vocación de ayuda lo llevó a crear desde su casa la primera bolsa de trabajo de la Puna, con el objetivo de facilitar el acceso laboral a sus compañeros y fomentar la contratación de mano de obra local.
Estuvo, también, entre los impulsores para que el Día de la Pachamama se respete como jornada de conmemoración en los campamentos mineros.
Es testigo de cómo empezó a mejorar en los últimos años la realidad en las localidades puneñas gracias al crecimiento de la minería del litio.
«Si bien es cierto que siempre hubo minería, como el caso de los derivados del borato y la sal, cuando empieza el tema del litio ahí ya es otra cosa, hay más empleo, otra tecnología y nivel de personal que buscan, que tienen que ser más capacitados», señaló.