Tras los pasos secretos del creador de la Bandera: las huellas de Manuel Belgrano antes de la Revolución
Con Manuel Belgrano entre sus figuras más notorias, la impronta del grupo de patriotas revolucionarios que gestaron la Revolución de Mayo quedó indeleblemente grabada entre las calles de Monserrat y San Telmo, una porción esencial del Casco Histórico de la ciudad de Buenos Aires.
Aunque menos transitado y poco difundido, ese circuito insoslayable para el interés de vecinos y turistas reconoce otras referencias más al sur, en las que el creador de la Bandera Oficial de la Nación tuvo un protagonismo central. La Junta de Estudios Históricos de Barracas diseñó el recorrido “Tras los pasos de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano”, una caminata guiada que se realizará el jueves 20 de junio, a 204 años de la muerte del prócer, y se repetirá varias veces en el año.
La salida se inicia a las 10 con el izamiento de la bandera, en el Mástil Histórico que se levanta en el bulevar de la avenida Iriarte, a la altura del cruce con Vieytes. Era el lugar de paso de un Belgrano emponchado de pies a cabeza, poco propenso a ser reconocido bajo su sombrero calado, mientras su caballo cabalgaba por el Camino de la Convalecencia -popularizado como “calle Sola”-, envuelto en la penumbra de una noche sin luna.
“La idea es conducir a los visitantes hasta los sitios alejados del centro porteño donde se reunía la sociedad secreta que conformaban los principales agitadores de lo que sería el levantamiento de mayo de 1810. Al final del itinerario llegamos hasta la orilla del Riachuelo, la zona en la que se extendía la quinta del comerciante español Francisco Mariano de Orma, uno de los impulsores de la rebelión contra el poder colonial encabezado por el virrey Cisneros, junto a Belgrano, Juan José Castelli y Nicolás Rodríguez Peña”, explica el historiador Lucas Yáñez, miembro de las Junta de Estudios del barrio y presidente del Archivo Histórico Enrique Puccia.
Una de las primeras escalas del recorrido fue establecida frente a la escultura de Hipólito Vieytes, un homenaje al patriota que no dudaba en abrir las puertas de su jabonería -en la actual manzana delimitada por Bernardo de Irigoyen, México, Venezuela y Tacuarí-, para ofrecer a sus vecinos un ámbito de circulación de ideas rupturistas, a salvo de los contrarrevolucionarios que sostenían la autoridad del delegado del rey en la colonia.
El relato del guía se llena de matices, agita la curiosidad desde que despega con los detalles de la resistencia de los criollos a las invasiones inglesas -a principios del siglo XIX- hasta que atraviesa los preparativos para dar el gran golpe y desemboca en el Cabildo Abierto, piedra basal de una nueva época en el futuro del continente.
El rol estratégico de Belgrano se desprende una y otra vez de las palabras del guía, un entretenido relato oral entregado en capítulos cortos en la Casa del Pueblo, la plaza Herrera, la Escuela Normal N° 5 Martín Miguel de Güemes, la iglesia Natividad de María, los bares La Flor de Barracas y Los Laureles y la costa del Riachuelo, un postal borrosa aunque con su tonalidad verde levemente recuperada.
“Esta propuesta apunta a reivindicar el papel destacado que cumplió el abogado Manuel Belgrano en la tarea revolucionaria de 1810, luego reafirmada en los triunfos de las tropas independentistas de Salta y Tucumán, que encabezó el general fogueado en el Regimiento de Patricios», pondera Yáñez.
El investigador del pasado barrial subraya que «también queremos rescatar el importante lugar que ocuparon -junto a los integrantes de la Primera Junta- Hipólito Viéytes y Francisco Mariano de Orma, nacido en Cantabria, que se enroló en el cuerpo de Húsares de Juan Martín de Pueyrredón para enfrentar a los invasores ingleses en 1806 y en Montevideo. Mucha gente reconoce que escucha su nombre por primera vez, pese a que el Primer Triunvirato lo reconoció como ‘Ciudadano americano del Estado de las Provincias Unidas del Río de, la Plata’”.
Los pasos menos conocidos de Belgrano se pueden hurgar en Barracas como una ampliación del itinerario más reconocido. Esa extensa hoja de ruta más visibilizada que rescata el legado del prócer vincula la casa familiar donde nació y murió (en avenida Belgrano 430) con el mausoleo de 9 metros de altura instalado sobre una base de mármol de Carrara en la iglesia Santo Domingo (Belgrano 442) y el Colegio Nacional Buenos Aires (Belgrano estudió en el primigenio Real Colegio de San Carlos, de la orden jesuita, en Bolívar 263).
El paseo sugerido también abarca el monumento ecuestre de Plaza de Mayo, la sede del Instituto Nacional Belgraniano (en el Regimiento I de Infantería de Patricios, en Palermo), la vivienda de María Josefa Ezcurra (la cuñada de Juan Manuel de Rosas, señalada como la amante de Belgrano, que solía ser visitada subrepticiamente en su «casa de altos» de Alsina 453) y el Museo General Belgrano, una profusa colección de documentación, libros y objetos «belgranianos» conservada en la esquina de Saráchaga y Bermúdez, en el deslinde de Floresta a Villa Luro.
Belgrano quedó también fijado en la memoria colectiva de los porteños a través de la nomenclatura de un barrio, una plaza, una avenida, una línea de ferrocarril, más de un colegio, un club de rugby y hasta una tribuna del estadio de River. Pero los pasos menos visibles de su figura omnipresente -advierten los estudiosos de su gesta patriótica- retumban más al sur.