Roban tapas de postes de luz y hay cables al aire desde hace al menos un mes: dónde es
4 de noviembre de 2024Un alto funcionario del Gobierno porteño comentó en los últimos días, durante una reunión reservada, la dificultad extra con la que la administración de Jorge Macri se enfrenta desde que asumió: el ajuste aplicado por el presidente Javier Milei no deja exenta de consecuencias a una ciudad con aspiraciones de primer mundo.
El “viento en contra” puede manifestarse en mayores niveles de marginalidad, más gente que duerme en la calle, el incremento del número de cartoneros no registrados o de nuevos manteros que -víctimas de la coyuntura y de mafias que manejan su negocio- se las rebuscan para sobrevivir.
Ese contexto desfavorable también constituye una amenaza para la infraestructura pública, producto del vandalismo y del robo de bienes porteños. A veces el riesgo es doble, ya que la desaparición de ciertos elementos sensibles puede poner en riesgo la integridad de los vecinos.
Las crisis maridan y traen el recuerdo de la ausencia de una rejilla de alcantarilla por la que este cronista no pudo evitar caer tras al debacle del 2001, sin que la sorpresiva incursión en las profundidades llegara a mayores gracias al otrora reflejo juvenil de los brazos haciendo palanca para salir del agujero en modo piscina.
Como entonces, los bienes metálicos por su valor de cambio siguen siendo objeto de deseo de los apropiadores vernáculos. En esta nueva oportunidad, la mira apunta a las tapas de postes de luz, que han empezado a esfumarse de las luminarias ubicadas sobre la colectora de la Avenida General Paz, a la altura del Parque Sarmiento.
El lugar, como se sabe, es tanto un paseo como un circuito deportivo muy concurrido. Suele convocar a diario a corredores y a ciclistas de todas las edades, mientras un manojo de cables al aire y sin protección alguna configura desde hace al menos un mes una amenaza eléctrica multicolor.
Clarín pudo corroborar que la peligrosa abertura en uno de los postes lleva por lo menos esa cantidad de tiempo sin sustitución. No está claro cuándo ocurrió realmente la desaparición de la tapa en cuestión, por lo que la precariedad podría ser más prolongada aún.
Pero a la primera tapa de luz, cuyo rastro perdido lleva como sea varias semanas inadvertido, se sumó en los últimos días el forzamiento de una segunda tapa -que evidentemente alguien aflojó pero no alcanzó a llevarse-, detrás de la cual las conexiones ya empiezan a asomar.
Hubo casos recientes en los que el alerta no existió y la historia terminó mal. Un poste de luz sin su tapa en una plaza fue lo que provocó hace casi tres años dos hechos dramáticos en la capital cordobesa, cuando un adolescente de 14 años murió electrocutado y un chico de 5 debió ser internado en grave estado.
Los plazos del ente regulador
El alumbrado público porteño es una compleja red de 200 mil luminarias. El mantenimiento y reparación está dividido en zonas, a cargo de empresas privadas contratadas por el Estado. Según la información oficial, “las tareas para resolver fallas en la infraestructura del alumbrado son registradas por esas empresas”.
A su vez, el Ente Unico Regulador de Servicios Públicos de la Ciudad de Buenos Aires fiscaliza que el mantenimiento por parte de las empresas se cumpla. El sitio web oficial detalla el plazo máximo de reparación desde la toma de conocimiento de cada anomalía. En el caso de una “tapa de toma de pared, tapa de tablero en columna o puerta de buzón faltante o dañada”, la tolerancia -dice- es de 48 horas.
El mantenimiento de la zona que comprende al Parque Sarmiento corresponde, según la página del ente regulador, a la compañía Ilubaires S.A, que en los últimos años fue contratista tanto del Estado porteño, como del bonaerense y el nacional. Dentro del rubro, también estuvo a cargo del sistema de iluminación del Estadio Unico de La Plata.
Clarín había dado cuenta recientemente de la creciente preocupación por el robo de objetos de metal en las calles de la Ciudad y del Conurbano, tales como frentes de porteros eléctricos de edificios, picaportes, rejillas y caños de cobre de medidores de agua y gas.
En ocasiones, el costo de esos delitos es sólo económico: el que implica la reposición. En otras, el robo puede transformar el metal en carencia vil, para que la falta de un control eficaz y el consecuente reemplazo a destiempo -probablemente resuelto cuando parte del público de Clarín aún esté leyendo esta nota- pongan en juego también la vida.