11 de octubre de 2024

Qué hay en la economía además de una polémica por la reactivación

Hay en principio dos maneras de entrar a la polémica sobre si la reactivación ya asomó o si todavía anda lenta y a los tumbos. Ambas llevan sello del INDEC, miden la evolución de la actividad industrial, siempre clave así venga en declive, y cantan resultados bastante diferentes, si no directamente opuestos. Una compara abril del 2024 con marzo del 2024 y la otra, abril 24 contra abril 23.

La primera dice crecimiento del 1,8%, interrumpe seis meses consecutivos con la producción barranca abajo y, aunque modesta en su magnitud, apuntala la necesidad del Gobierno de pregonar buenas noticias que estiren el aguante de la población frente a un ajuste que no tiene miras de frenar a corto plazo.

Embalado, el ministro Luis Caputo salió a capitalizar el dato apenas se conoció, el miércoles, ante un auditorio lleno de empresarios. Dijo o exageró, en la apertura del Latam Economic Forum: “Lo peor ya pasó. Estamos en franca recuperación. La velocidad (de la recuperación) depende de dos cosas: de la Ley Bases y de que nosotros podamos convencer a la gente”.

«No los vamos a defraudar», parte 2

Ya en plan culinario, Caputo avanzó con un toque de menemismo de la primera hora: “El apoyo de la gente no es caviar porque a mí no me gusta, pero sí es milanesa con papas fritas, y el apoyo es de todas las clases sociales. Confíen, no los vamos a defraudar”.

Vale insistir: el apoyo de la gente se llama paciencia o mucha paciencia.

Ese día, el telón de fondo explicaba unas cuantas cosas que rondaron alrededor del foro y suenan siempre cerca. Mezclaba suba del dólar blue y caída del precio de los bonos y las acciones con el golpe de la media sanción a la reforma jubilatoria que la oposición, en mayoría, le instaló al Gobierno.

Nada o muy poco que sirva para alimentar el discurso oficial aparece en la segunda parte de la tanda del INDEC, la que contrasta abril 24 con abril 23, o sea, el clásico de comparar datos directos ya despojados de los efectos estacionales. Tal cual pasa cuando se habla del PBI.

Todo teñido de rojo, el muestrario arranca con una caída 16,6% en el índice general de la industria manufacturera. Es la mayor de la serie que empieza en 2017, salvo el 33,2% y el 26,2% de abril y mayo de 2020, en plena pandemia, y el 21,4% del último marzo.

Más de lo mismo: de punta a punta, los 16 rubros que componen el índice de abril también están pintados de rojo. Sin ningún orden, entre ellos encontramos 40,9% en bienes de uso doméstico, como heladeras, lavarropas y calefones; un 36,5% en maquinaria agrícola; 39,8 para cemento y 26,8% en siderurgia. Finalmente, la división alimentos y bebidas que es la de mayor peso sectorial anota retroceso del 9%.

Semejante panorama ya advierte que por ahí la reactivación verdadera sigue pendiente. Es lo que también cuentan los niveles que alcanza la capacidad de producción industrial ociosa, o sea, sin usar, tanto en marzo 2024 como en la comparación con marzo 2023.

Nuevamente números que, aunque fastidien, representan la realidad mejor que un montón de palabras. Y todos, vale insistir, llevan el sello del INDEC.

Dicho esto, lo que sigue para el nivel general plantea 46,6% de producción ociosa en marzo 24 y 32,7% en marzo 23. Si se prefiere, estamos cerca de concluir en que casi la mitad de la industria está parada.

Nada muy diferente aparece al interior del cuadro general. En alimentos y bebidas el número es 45,5%; un 49,2% en la industria automotriz y 61,5 para los textiles.

Todo habla, al fin, de caída de la demanda y del consumo en un sector donde una encuesta de la propia Unión Industrial revela que una de cada cuatro empresas redujo la plantilla de personal y que otro 30% piensa hacer lo mismo.

Son decisiones extremas, en un sector donde la capacitación representa un factor laboral valioso y el despido suele ser la última estación después pasar por suspensiones, cortes de horas extras, adelanto de vacaciones y retiros voluntarios. Para el caso, datos de fuentes privadas agregan que entre 2009 y 2023 el empleo industrial cayó un 20% redondo.

Llegado este punto pide pista algo que anida en la polémica sobre la reactivación, pero que la supera y hasta la vuelve poco significativa. Se llama desempleo y desparrama consecuencias que empeoran un panorama social ya bastante empeorado.

A tono con el derrape de la construcción, los indicadores laborales del INDEC revelan que de marzo 23 a marzo 24 allí se perdieron 73.100 puestos de trabajo. Y que de ellos, 52.387 se cayeron entre diciembre y marzo, seguramente por el parate de la obra pública.

A propósito de eso mismo, un informe oficial bien fresco revela que el gasto del Estado en infraestructura cayó un 81% real, descontada la inflación, entre enero y mayo de este año comparado con enero-mayo del 23. Esto significa correr riesgos y riesgos de los conocidos por una estructura que no luce en las mejores condiciones precisamente.

Queda claro, por donde se mire, que además de ajuste en las cuentas fiscales y malabares financieros la economía pide un plan productivo. Y si es por la reactivación, la realidad cuenta que se concretará en el momento en que sea percibida por la población y modifique aquellas cosas que alteran a la población.

Clarín

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