Las bibliotecas espectaculares dentro de cuatro palacios porteños: los libros «olvidados» que resguardan y cómo visitarlas
23 de noviembre de 2024Existen cuatro palacios en la Ciudad de Buenos Aires que tienen en su interior cuatro maravillosas bibliotecas que vale la pena descubrir y conocer. Con mucho más de cien años de historia, todas ellas conservan colecciones increíbles con decenas de miles de ejemplares -algunos de ellos editados hace más de 500 años-, sus propios laboratorios de restauración, y trabajadores y trabajadoras apasionados por sus tareas.
Con diferentes niveles de acceso y requerimientos, las cuatro bibliotecas recorridas por Clarín pueden también ser visitadas por el público en general. Son las siguientes: la Biblioteca Esteban Echeverria de la Legislatura porteña; la Biblioteca Nacional de los Maestros, en el Palacio Sarmiento (o Palacio Pizzurno, sede de la Secretaría de Educación); la del Palacio del Congreso; y la José Manuel Estrada, del Colegio Nacional Buenos Aires.
De legisladores a estudiantes
Un leve bullicio antecede el ingreso a la Biblioteca Esteban Echeverría; sí, porque desde hace algunos años la vida de este recinto dio un vuelco. Pasó de ser frecuentada por muy poca gente -investigadores, legisladores y asesores, y habitués-, a transformarse en objeto de visita turística, en espacio de estudio y de trabajo para muchos chicos y chicas de las escuelas de la zona; y además un sitio muy demandado para los eventos culturales del ámbito legislativo. Con orgullo, los y las trabajadoras dicen que «en la sala suceden cosas todo el tiempo». La mejor manera de mantenerla viva.
Pero vale aclarar, también hay una sala silenciosa, en donde ésta premisa se respeta estrictamente.
Este año la biblioteca cumple 140 años; originalmente era sólo de consulta legislativa. De hecho las fotos antiguas muestran sólo un escritorio en medio del salón. «Con la apertura al público, empezó a crecer y a diversificarse. Tenemos colecciones muy diversas, desde género y feminismo -a demanda de la gente que cada vez solicitaba más sobre estos temas- o la Colección Juana Azurduy, sobre el proceso de emancipación Latinoamericana. Y en nuestro tesoro el libro más antiguo es de 1646, «Histórica relación del Reyno de Chile», de Alonso de Ovalle, que fue considerada una guía fundamental de ese país en Europa», cuentan Eugenia Villa y Jésica Garrido.
En estos momentos este libro se encuentra en el taller de conservación de la biblioteca, en etapa de diagnóstico; será restaurado, un trabajo que puede demandar hasta un año.
En la Esteban Echeverría entienden que la difusión es una pata fundamental del sostenimiento de estas bibliotecas. Por el momento, tienen un sistema de prestamos cerrado, es decir que los libros sólo se pueden consultar en el recinto.
Se puede ingresar de lunes a viernes de 10 a 18, por Perú 160. Importante: hay que llevar el DNI físico, la autorización la otorga el personal de seguridad de la Legislatura. Además se puede hacer una visita guiada por todo el Palacio, para las que hay que anotarse en la web oficial de la Legislatura.
Para los fanáticos y fanáticas de las novelas latinoamericanas, la biblioteca tiene en su poder el Fondo Monteavaro: fue donado por la hija de Manuel Ernesto Monteavaro, un fotógrafo aficionado que le tomaba fotos a los escritores cuando presentaban los libros, además de pedirles una dedicatoria; entre otros, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges e Isidoro Blaisten. También se puede consultar online.
Con brillo propio en el Buenos Aires
Aún dentro del palacio escuela Colegio Nacional Buenos Aires, que además es Monumento Histórico Nacional, logra su propio brillo la Biblioteca José Manuel Estrada. Entre sus tesoros tiene casi, casi, un incunable: un libro del año 1511, en gran estado de conservación. Se trata de un texto de literatura italiana de Francesco Mario Grapaldi. A esta zona de la biblioteca sólo acceden autoridades e investigadores, pero para fortuna de todos los curiosos al recinto principal se puede acceder a través de las visitas guiadas al colegio.
Inaugurada en 1863, la biblioteca contaba con 1.644 ejemplares. Recién en 1918 se estrena el recinto actual; antes la biblioteca había funcionado en otras sedes. En 1931 y 1934 recibe lo que en el colegio consideran las donaciones más importantes: la del bibliófilo Juan Canter y la de Juan José Biedma, escritor, historiador y ex profesor del colegio. Para estos años ya contaba con más de 25.000 volúmenes; hoy cuenta con 120.000.
Desde 2011 la sala de lectura es parlante. Y aquí también, como en la de la Legislatura, se oyen charlas, risas y conversaciones. Los y las alumnas no sólo vienen a buscar libros, sino a estudiar, hacer trabajos prácticos y aprovechar las horas libres, entre clase y clase.
En los años en que se construye, se convierte en uno de los colegios más imponentes. Con este tipo de obras se buscada reflejar la importancia de la educación con la mayor grandilocuencia posible; en Parque Patricios el Instituto Bernasconi es otro ejemplo de la época. En el caso del Buenos Aires, el proyecto se encarga al arquitecto francés Norbert Maillart, uno de los máximos representantes del academicismo francés. A tono con el colegio, además construyó otros íconos de la Ciudad, como el Palacio de Justicia y el actual CCK (ex Palacio de Correos).
La biblioteca tiene una iluminación extraordinaria, porque por un lado el frente da hacia enormes ventanales sobre la calle Bolivar; pero además posee dos lucernarios que bañan de luz el recinto.
«La biblioteca está organizada en tres niveles, el superior era originalmente muy estrecho, de hierro, casi una pasarela; muchos años atrás se realizó una obra que permitió transformarlo en un balcón interno en el que sí es posible caminar», relata Adriana Carreira, directora. Desde esta pasarela, los lucernarios están casi al alcance de la mano. «En los escritorios de lectura se llevó a cabo una restauración que permitió llevar los artefactos eléctricos al original», cuenta.
Respecto a las visitas: la biblioteca está abierta a toda la comunidad sólo una vez al año, durante La Noche de los Museos. Será el sábado 9 de noviembre.
Otra forma de conocer la biblioteca es hacer una visita por todo el edificio de la escuela: hay que inscribirse a través de un formulario. Todos los martes y jueves, a las 17.30 (con un costo de $ 3.000). La biblioteca es uno de los tantos espacios que se recorre dentro de este magnífico palacio; dicen que el observatorio es otro de los puntos altos en la visita.
Autógrafos invaluables: en el tesoro de la biblioteca, el maravilloso libro de actas del Aula Magna, tiene rubricadas las firmas de Albert Einstein, Jorge Luis Borges, Juan Domingo Perón, del Premio Nobel de Literatura, el indio Rabindranath Tagore; José Ortega y Gasset, Alberto Ginastera, Eric Hobsbawm y Umberto Eco, entre otros.
Otro palacio, más libros
Como ocurrió con la del Nacional Buenos Aires, la Biblioteca del Maestro se creó aún antes que el Palacio Sarmiento (o Pizzurno, como el nombre de la calle en donde se ubica, en honor al educador que sentó las bases del sistema nacional de educación primaria).
La historia la cuenta Laura Palomino, directora de la biblioteca: «Nació como un reparto de libros, en 1870, y funcionó en diferentes reparticiones del Estado. El edificio se terminó de construir en 1886. Y era originalmente, una escuela. De las famosas escuelas palacio. Se construyó incluso antes que el Palacio de Justicia y aquí llegaron a funcionar los tribunales porque originalmente fue la sede de lo que se llamaba Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Cívica. Fue escuela sólo durante cuatro años».
Hoy tiene 220.000 «recursos», es decir libros, revistas, videos, documentos e imágenes, que están disponibles para la consulta.
Como mucho de lo que se construía en la época, un estilo ecléctico domina la estética de esta biblioteca. Bóvedas, arcos, revestimientos y bovedillas dan cuenta de los elementos que introdujo Carlos Altgelt en el diseño del edificio y este recinto principal.
En los 90 se hizo una informatización muy importante y se la puso en valor. Con la restauración se hicieron cateos e investigaciones para recuperar el color original de las paredes.
Más allá de la temática vinculada a la educación, se sumaron al acervo muchos libros de medicina, economía y manuales, por este motivo es muy frecuentada por estudiantes de la zona, de las facultades y también del colegio secundario Carlos Pellegrini. La biblioteca tiene wifi y se puede ingresar con computadoras. Para asociarse hay que llevar el DNI.
El tesoro tiene un salterio en cuatro idiomas, del año 1516. Hay un diario de Ulrico Schmidl, «Viaje el Río de la Plata», considerado uno de los ejemplares más completos del mundo, debido a que conserva muchas de sus láminas originales. Además hay un ejemplar de la Enciclopedia de Diderot (la «madre» de todas las enciclopedias) y un libro sobre astros -Cosmographia- de 1584, restaurado en los talleres de la biblioteca.
Otro gran tesoro de la biblioteca es el Centro de Documentación: la memoria del ministerio. Resguarda más de 30.000 documentos, todo lo que se produce en la repartición: documentos técnicos, datos estadísticos, legislación educativa, informes y registro de reuniones, publicaciones periódicas, material docentes, entre otros.
Los libros dentro del Congreso
La última de las bibliotecas visitadas para esta nota es quizá la menos accesible para el público en general: la del Palacio del Congreso. Básicamente porque sostiene las funciones originales para las que fue creada, asistir al trabajo legislativo de diputados y senadores, y de sus asesores. Además de facilitar material, los y las trabajadoras preparan informes de todos los temas que requiera el trabajo legislativo.
Como la de los Maestros, la biblioteca fue fundada previo a la construcción del Palacio, en 1859. Y funcionó en diferentes lugares. La ley que ordenó la construcción del Congreso es de 1889; en 1895 se encarga el proyecto -por concurso- al arquitecto italiano Victor Meano. El palacio se inauguró en 1906, aún entre andamios. También la biblioteca, que once años después se convirtió en «sala pública» (la obra completa del Congreso concluyó casi 30 años después, en 1946).
Todo el revestimiento es madera de nogal: los muros, estantería, barandas y columnas. El techo tiene una técnica de estucado que simula ser madera. Tiene tapices franceses (gobelinos) y un reloj Luis XIV, de pie, que obsequió la Infanta Isabel durante su visita a la Argentina, para los festejos del Centenario de la Patria. Una curiosidad: en un vidrio interno quedó testimonio de un disparo que ingresó a la biblioteca desde la calle, durante el Golpe de Estado de 1930.
Los pisos son de roble de Eslavonia y aunque se encuentran en gran estado, hay una zona en reparación. Este el motivo por el cual, en este momento, no está incluida la biblioteca dentro de las visitas que regularmente se hacen al Palacio.
Pero aunque hoy no se pueda ingresar , vale la pena agendar los datos sobre las visitas guiadas. Desde Diputados, el ingreso es por Rivadavia 1864, lunes, martes, jueves y viernes a las 11, 13, 15 y 17 horas. Desde Senado, de lunes a viernes, a las 12 y 17, ingresando por Hipólito Yrigoyen 1863. Ambas gratuitas.
Dato final sobre esta biblioteca, su tesoro: tiene cuatro colecciones cerradas, significa que ya no entra material nuevo, porque representan un momento histórico determinado. Una de ellas es la Biblioteca Peronista. «Reúne el material bibliográfico editado entre 1945 y 1955. Esta constituido por el legajo militar de Juan Domingo Perón, discursos y publicaciones oficiales, planes de vivienda, material de difusión y libros de lectura. Hay ediciones de «La razón de mi vida», de Eva Perón, en diferentes idiomas e incluso una en braille», cuentan las trabajadoras a cargo del tesoro.
Y revelan el origen de esta colección: «La dictadura de 1955 (autodenominada Revolución Libertadora) manda a incautar todo este material para que no circulara entre la población. La gente que tenia libros o folletos, los prendía fuego o los destruía, por miedo a ser perseguida. Así es que esta incautación termino siendo un resguardo de todo este material», contaron.
Más allá del acervo de cada una, de sus particularidades y de las colecciones que las diferencian, todas tienen en común la pasión, el orgullo y la sabiduría de quienes diariamente trabajan en ellas, se capacitan y modernizan los sistemas de acceso.