La historia del Señor de Sumalao y el milagro de la mula empacona
Como cientos de años atrás, hoy el solitario paraje de Sumalao recobra vida y vuelve a poblarse de promesantes, feriantes y curiosos. Y aunque ahora la fiesta es casi enteramente religiosa, aún guarda resabios precolombinos, de cuando los nativos, arribados de lejanas comarcas, se reunían para intercambiar sus productos. Desde marzo hasta fines del otoño, Sumalao se veía ocupado por rebaños de llamas y de hombres y mujeres que plantaban sus ranchos de suncho y paja para refugio, pero también para tener un lugar donde «truequiar».
Y por supuesto, en Sumalao no faltó nunca el espacio común para la «kacharpaya», aquel baile de despedida que duraba días, al son de quenas, erkes y tambores mientras la chicha y la aloja hacían estragos.
Ya en tiempos de la colonia, la feria continuó siendo exitosa, pero desde entonces con ingredientes traídos por los españoles hasta ser, junto a la de Iruya, una de las más importantes del virreinato, y donde, según Concolocorvo, se llegaron a comercializar unos 60 mil mulares anuales. Bestias que se engordaban en los campos del Valle de Lerma para luego arrearse hasta las minas del Alto Perú.
El Santo Cristo
Los historiadores sostienen que la veneración del Señor de Sumalao comenzó en el siglo XVIII. Fue cuando en aquel siglo, el comerciante Gabriel Torres y Gaeta al regresar del Perú, traía una copia (pintura) del «Señor de Vilque» para la capilla de la hacienda «Pucará», en La Rioja -otra versión dice que la hacienda era de San Juan-. El hecho es que cuando la recua de cargueros llegó al paraje de Sumalao, una mula que trajinaba el lienzo del «Señor», se le antojó, después de un descanso, quedarse en el lugar. Ocurría que ya entropada con sus congéneres, caminaba un trecho hasta que inadvertidamente, la muy mañera regresaba a Sumalao como si esa fuese su querencia. Y así varias veces hasta que en una de esas, ya empacada demás, se echó de nuevo a la sombra del algarrobo, lugar donde por nada del mundo quiso abandonar. Y de ahí, no hubo forma ni fuerza humana que la hiciera dar ni un solo tranco, pese a las reiteradas azotainas a que era sometida la pobre bestia. A tanto llegó su obstinación que muchos la dieron por herida o enferma, razón por la cual la libraron de los bártulos que portaba y por supuesto, entre ellos el lienzo del Señor de Vilque.
Pero he aquí y para sorpresa de los arrieros, no bien la mula sintió alivio, en el acto se puso de pie y, recobrando ánimo y talante, comenzó a caminar obedeciendo las órdenes. Al verla de tal forma y manera, sana y animosa, le volvieron a colocar sus arreos y entre ellos, el lienzo del Señor. Pero hete aquí que cuando sintió de nuevo sobre su lomo el bendito equipaje, ahí nomás la muy terca regresó al algarrobo para echarse en el lugar sin que ya nada ni nadie lograra ponerla en pie.
Ante semejante conducta del híbrido, don Gabriel Torres y Gaeta supuso luego de mucho cavilar, que seguramente era deseo del «Señor de Vilque» quedarse en ese «lugar lindo» (sumac) y por lo tanto dispuso de inmediato dejarlo allí al Señor para veneración de los sumaleños. Y de esta forma y manera fue que a poco, los lugareños levantaron una precaria capilla en tanto con el tiempo, el Señor de Vilque trocó su nombre por Señor de Sumalao, como hasta la fecha.
Con respecto a la decisión de Torres y Gaeta de dejar el lienzo en Sumalao, hay otros decires que no hay razón para ocultar. Dicen que no faltaron quienes creyeron que en esa circunstancia, el patrón de la tropa recordó la maldición de Dios sobre la mula, por aquel acto «non sanctum» de una mujer y el cura.
La iglesia
Según monseñor Julián Toscano (tucumano, historiador, arqueólogo y expárroco de Cafayate) «el primer santuario de Sumalao se levantó a mediados del siglo XVIII, luego que un devoto hizo traer en mula por un comerciante, el lienzo con la advocación del Señor de Vilque para su hacienda del Pucará en La Rioja. El cuadro, según esta versión, quedó en Sumalao y al difundirse un milagro atribuido a la imagen (la terquedad de la mula) se erigió en el lugar la primera capilla».
Ante la creciente popularidad que el Señor de Vilque adquirió para la iglesia, en 1773, el flamante obispo de Córdoba del Tucumán, monseñor Juan Manuel Moscoso y Peralta, dispuso crear la Viceparroquia del Señor de Vilque dependiente de Chicoana, pero que a partir de 1866, paso a depender del Curato de San José de los Cerrillos.
El último templo –seguramente el cuarto- se levantó a mediados del siglo XX, en reemplazo del anterior que luego de sufrir serios daños con el terremoto de agosto de 1948, las intensas lluvias del verano siguiente, terminaron por derrumbarlo.
Señor de Sumalao
El lienzo que actualmente se venera en Sumalao, según la Academia Nacional de Bellas Artes, «reproduce la tipología del Señor de Vilque, por la incorporación de las figuras de medio cuerpo de la Virgen de los Dolores y de San Juan Evangelista. El estado de conservación dificulta –dice- un análisis plástico certero, pues restauraciones antiguas y una gruesa capa de barniz casi han hecho desaparecer un fondo de nubes y la cruz de gajos, así como han oscurecido las figuras y cubierto la última letra de la firma del autor. Pese a esto, -prosigue la Academia- es posible afirmar que se trata de una pieza de indudable interés para la historia del arte argentino».
Más adelante, la Academia cuenta que «Son pocas las obras conocidas y firmadas por Rivera, cosa que impide un estudio más profundo de las características de este autor. Se trata de óleo sobre tela de 215 cm de alto; 154 cm de ancho y está en Salta desde 1764. En la parte inferior izquierda de la tela, en un texto casi ininteligible, se puede leer: «Seret q° en el mes / de ocbte en el año de 1 (…) p (…) Iirra fina / pesa q° firma Ramón Rosa Alvares /88». Se supone que fue este operario que restauró la pintura. Abajo a la derecha dice: «PHELLIPE, D’ RIVERA» (las dos últimas letras están cubiertas por pintura roja). Finalmente digamos que Cantoneras, INRI, resplandor, aureolas y cinturón, están superpuestos al lienzo, son de plata repujada y cincelada de principios del siglo XX, donados en calidad de ofrendas». Actualmente el cuadro se encuentra protegido por un vidrio.
Lugar histórico
Sumalao es un paraje ubicado en el sureste del departamento de Cerrillos, muy cerca de la banda norte del río Rosario, límite interdepartamental con Chicoana. En el antiguo predio hay una casa que perteneció a Calixto Gauna, aquel patriota que protagonizó la célebre hazaña de unir Salta con Buenos Aires a caballo y a galope tendido en ocho días, para informar sobre la adhesión del Cabildo de Salta a la Junta Revolucionaria de 1810.
Ya en la guerra de la Independencia, en la invasión de Pezuela, el 11 de junio de 1814, se libraron en Sumalao dos combates. El primero, en horas de la mañana, siendo el responsable de esa victoria el comandante gaucho Pedro José Zabala. Por la tarde, los laureles fueron para el comandante Luis Burela, de Chicoana.
Finalmente, en plena guerra de la independencia, cuatro próceres oraron a los pies del Señor de Sumalao: Manuel Belgrano, José Alvarez de Arenales, Martín Pueyrredón y Martín Miguel de Güemes. Seguramente lo hicieron por la Patria.