La escuela que parece un palacio y la historia de la donación que transformó a Parque Patricios
Una escuela dentro de un palacio. «Un palacio para escuela en estilo florentino». Cuenta la historia que esta fue la manda de don Félix Fernando Bernasconi cuando, en 1905, le legó sus bienes al Consejo Nacional de Educación. Quienes cumplieron con creces. Porque es justamente lo que el arquitecto Juan Waldorp proyectó: un edificio de características monumentales para albergar múltiples actividades educativas, deportivas y artísticas. A lo que se sumó una implantación espectacular para realzar, aún más, su importancia.
En Parque Patricios, rodeado por un barrio de casas bajas, el edificio asoma por encima de toda construcción cercana. Ni siquiera la enorme y añeja arboleda de plátanos y fresnos le hace sombra a este Monumento Histórico Nacional (declarado en 2009 por la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos).
Sus aulas son transitadas por miles de alumnos y alumnas, literal. Aquí funcionan seis escuelas: cinco primarias (una destinada a personas adultas) y una secundaria (también para mayores de 18 años), dos jardines de infantes y una escuela de coro y orquesta (Athos Palma).
Además hay dos piscinas que no sólo usan los chicos y chicas del Bernasconi, sino alumnos de otras escuelas (para completar el Plan Natación de la Ciudad) y los vecinos; un magnifico auditorio y hasta un museo creado por la educadora y pedagoga Rosario Vera Peñaloza.
El museo ocupa todo un piso. Para los visitantes es una gran oportunidad para entender por dentro como fue concebida esta mole que tiene dos núcleos de aulas, todas con ventanas al exterior, bañadas de luz natural. Hacia el interior, una galería de circulación recorre todas las aulas; esta galería iluminada también por la luz natural de los dos grandes patios centrales.
Sólo contando a los y las estudiantes, se mueven más de 4.000 personas por día en las entrañas de esta gran construcción.
Hoy el Ministerio de Educación porteño, junto al de Infraestructura, avanzan en una restauración parcial del edificio, muy necesaria. Entre otras cosas había desprendimientos y caída de material, lo que ponía en peligro a todas las personas que circulaban por la zona.
Como se hace habitualmente en estos trabajos de restauración, primero se investiga sobre las historia y los usos originales del edificio. Aquí tuvieron el camino allanado: en la biblioteca de la escuela se encuentra toda la información relativa a la construcción y el diseño, documentado por el propio arquitecto. Definitivamente, todo un tesoro.
«Tener la información de primera mano nos permitió entender por qué hay una zona del techo tan afectada por grietas, por ejemplo. Originalmente el auditorio tenía un techo de vitrales. El techo podía abrirse para ofrecer conciertos «bajo las estrellas». Pero luego a ese techo se le colocó una losa para la construcción de una cocina», explicaron desde Hit, la empresa contratista a cargo de la restauración. Lógicamente este cambio abrupto en la estructura tiene sus consecuencias.
En el lugar, Hit montó prácticamente un taller artístico en donde reproducen los faltantes ornamentales de las fachadas, como motivos botánicos -por ejemplo, guirnaldas de hojas- y hasta grifos. Se pueden ver conjuntos de estos animales mitológicos, mitad ave, mitad felino, que representan la lucha, la fuerza y el coraje. Algunas de estas reproducciones se realizan en el taller y otras, desde el andamio, dependiendo de la complejidad.
De una manera u otra, luego los trabajadores terminan los detalles sobre la misma fachada y trabajan con herramientas diminutas. Desde una planta baja es imposible ver el nivel de detalle con el que trabajan, pero es realmente destacable.
«Pequeña utopía urbana», así describieron a este edificio y su implantación los arquitectos Fabio Grementieri y Claudia Shmidt en el libro «Arquitectura, educación y patrimonio 1600-1975». «Se eligió un terreno en el que se preveía el asentamiento de una población de obreros, a cuyos hijos estaba destinado el edificio. Así, el Consejo Nacional de Educación desarrolló este programa de avanzada, que armonizaba la riqueza arquitectónica del conjunto monumental con la sobriedad que debía caracterizar a una escuela. Cuando se terminó, el Bernasconi produjo un impacto urbano notable. Elevó la calidad de las viviendas contemporáneas, convirtiéndolo finalmente en una pequeña utopía urbana», describieron los investigadores.
Ciertamente, la construcción de palacios-escuelas caracterizó una época pasada en la que estos sitios no sólo estaban destinados a educar, sino también a transformarse en una bandera de evolución y modernidad; una mirada hacia un futuro basado en los conocimientos. Transformados también en hitos urbanos, desde luego.
Una de las características distintivas del Bernasconi es su implantación. ¿Se trata de una elevación natural o se construyó ex profeso? El ingeniero Manuel Vila investigó la historia y le cuenta a Clarín: «Es una de las dudas clásicas sobre el Bernasconi. Pero no es artificial, se trata de una elevación natural. Quizá hoy es dificil imaginar cómo eran estas tierras hace más de cien años atrás, pero era un bañado natural, calado por el cauce del Riachuelo en sus crecidas».
Para indagar en este tema, Vila se basó en el «Mapa Topográfico de los alrededores de Buenos Ayres», elaborado entre 1848 y 1852, por el ingeniero francés Adolfo Sordeaux. «El talud correspondiente al Bernasconi, se eleva 36 metros sobre el nivel 0 del Riachuelo. Mientras que hacia la actual calle Rondeau -donde antes había un bañado- la línea de nivel baja a 20 metros. O sea, un desnivel de 16 metros», detalla Vila.
Un dato que suma Vila: las tierras del Bernasconi eran originalmente un casco de estancia -El Edén-, propiedad de Francisco Facundo Moreno, padre de Francisco, el famoso Perito Moreno, quien intervino en la defensa de los límites con Chile (además conservacionista, botánico, científico, explorador, político). En los jardines del instituto se encuentra el que está considerado el primer árbol histórico de Argentina, el «aguaribay del Perito Moreno», plantado en 1872.
Bernasconi falleció en 1914 y, como se dijo, la donación de la fortuna familiar permitió la adquisición de las tierras de los Moreno, por parte del Consejo Nacional de Educación. Luego Waldorp, que era el director general de arquitectura del Consejo, dio inicio al proyecto. La piedra fundamental se colocó en 1921 y la inauguración fue 8 años después, en 1929.
Volviendo a la restauración, por el momento, se concluyó la fachada sobre la calle Cátulo Castillo; todas las fachadas internas de uno de los patios; y ahora mismo, se trabaja sobre el segundo patio. Todos los trabajos se realizan en convivencia con la dinámica del colegio.
Fuentes del Ministerio de Infraestructura informaron que la obra concluirá a fin de año. Sin dudas la escuela, la comunidad y el barrio merecen la restauración completa de este monumento; también la memoria de Bernasconi, fabricante de zapatos, empresario y filántropo, que fue el gran artífice de la existencia del instituto.