La economía en el pozo espera a la remendada Ley Bases
Pacientemente y en un mar de incertidumbres, algunos funcionarios empiezan a instalar la idea de que “la economía ya arrancó” de modo de sumar buenas ondas a las que se supone encendió la inflación de un dígito de abril, aunque se tratara de un considerable dígito del 8,8%.
Acompañan informes de consultoras independientes donde el foco está puesto en dar por hecho que “la recesión tocó piso” y que el crédito bancario, a tasas moderadas, “recobra su efecto movilizador”. Eso sí, hacia adelante lo más que arriesgan se llama “recuperación lenta”.
Todo recuerda en varios sentidos al 2017 de Mauricio Macri presidente, cuando en medio de un panorama similar la gran apuesta del Gobierno iba directa a los llamados “brotes verdes” que decían advertir en el horizonte y prometían sacar a la economía del cuadro recesivo. Nada de eso pasó, por si hace falta decirlo.
Fuera de semejanzas forzadas y no tan forzadas, el relato libertario del 2024 está cercado por indicadores oficiales y privados que tampoco pintan un cuadro precisamente estimulante. Manda otro, bien próximo a la realidad, que aconseja poner toda la fuerza y todo el ingenio en encontrar la salida del pantano lo más pronto que sea posible, esto es, sin exagerar con la capacidad de aguante de la población.
Sobran estadísticas del INDEC que desagregan y les ponen números a algunos de esos, notorios desajustes que en el fondo resultan muestras indiscutibles de una decadencia argentina que viene de bastante antes de ahora. Aunque ahora están en campo de Javier Milei y son su problema.
Para empezar, varios datos juntos sobre la magnitud de la recesión. Todo bajo cero y variado, tenemos para marzo 2024 contra marzo 2023: 19,6% en la industria manufacturera; 29,9% en la construcción; 16,7% en el comercio y un 15,2% en la actividad financiera. De fuente privada, uno de abril agrega 14% global y siete meses consecutivos barranca abajo.
Vale remachar con que son caídas que superan cómodamente el 10% mensual y tocan sectores económicos y socialmente clave: entre los cuatro desagregados representan el 35,9% del PBI, o sea, arriba de la tercera parte del indicador que mide el valor de la producción de bienes y servicios de todo el país.
En precios constantes, el mismo combo dice 39,3% para 2011. Otro caso, casi calcado o peor si se quiere: en 2011 la producción de la industria manufacturera equivalía al 18,7% del PBI; hoy anda por el 16,5% y gateando.
Así, de tumbo en tumbo el cuadro completo señala que en trece años la economía argentina ha crecido menos que nada, lo cual es semejante a decir que va marcha atrás y atrasa sin respiro. Más acá en el tiempo, cálculos de la Cámara Argentina de Comercio reportan una baja del 13% en el PBI por habitante desde 2010.
Es obvio que una economía que no crece es una economía que crea poco o ningún empleo. Y que hasta puede destruir empleos, como los que en continuado se han caído desde diciembre de 2023 o el millón de puestos de trabajo netos perdidos que se acumulan desde 2021, según datos oficiales.
A propósito, una noticia que venía cantada habla de encuestas en las que el temor a quedar desocupado empieza a competir en firme con la imbatible inflación. Conviven con proyecciones que ubican en las cercanías del 10% a fin de año a un registro laboral que hoy está en el 5,7%.
Está claro que si uno busca buenas ondas difícilmente las encuentre en este escenario destartalado en el que la desigualdad en la relación precios-salarios lleva años instalada.
Entre las malas o las no tan buenas hay que de enero a marzo los sueldos privados registrados, en blanco y en línea con las normas legales, pierden por 12 puntos porcentuales con el índice de precios, o sea, doce puntos en apenas tres meses compitiendo con la mejor de las remuneraciones. De seguido, el ingreso promedio de los hogares de abril puesto en informes empresarios retrocede un 18% real, descontada la inflación, contra abril del año pasado.
La serie pasa por una caída de las ventas en los supermercados que orilló el 39% en los primeros tres meses del año, continúa con los malabares que hace la gente con las segundas marcas y las ofertas para llegar a fin de mes y desemboca en las estadísticas sobre el estado del consumo privado. El resultado cuenta que la histórica locomotora de la actividad económica en la Argentina está parada o, más precisamente, que lleva dos años en baja.
Lo que sigue dentro del mismo ejercicio consiste en ver qué pasa con la inversión, o sea, el motor económico alternativo. ¿Y qué tenemos ahí? Tenemos el índice más bajo desde 2010: atraso puro, tratándose de un indicador que significa equipamiento productivo, tecnología, trabajo, competitividad internacional y al fin progreso.
Obvio nuevamente. La decisión de arriesgar plata a mediano y largo plazo tiene relación directa con un ordenamiento económico e institucional que, para empezar, le garantice al inversor que si le va bien podrá retirar lo que puso más lo que ganó en el emprendimiento. Se entiende, pues, eso de la inversión en rojo.
De cuestiones así y de estímulos y privilegios abundantes trata la Ley Bases que, aún deshilachada por las concesiones a senadores y diputados, Javier Milei busca sancionar contra vientos y mareas. El Presidente debe enfrentar un panorama del que solo es responsable muy parcialmente y demostrar que, pese a los ruidos, su gestión es social y políticamente sustentable y además efectiva y confiable.
En cualquier caso, las inversiones no llegarán de inmediato y, por lo mismo, la mejora que pueden generar en la actividad económica se demorará cuanto menos un año. En el interín, para el caso un período de prueba, Milei deberá seguir luchando contra la realidad con las armas que tiene, que son las que supo conseguir.