El último adiós al padre Javier Romero
Profunda congoja y dolor entre los feligreses salteños católicos y el ámbito de la curia eclesiástica causó la muerte del padre Javier Romero, de 47 años, vicario episcopal de la Catedral Basílica, reconocido por su trayectoria y su sentido vínculo con la comunidad.
Ayer se llevó a cabo el velorio en el Arzobispado de Salta, ubicado en la calle España 596. Desde temprano, devotos, familiares, allegados y vecinos concurren al lugar. Muchos de ellos rompieron en llanto en la vereda del templo y se abrazaron y contuvieron emocionalmente unos a otros. «Era un excelente padre, amigo de todos y siempre tenía un consejo», repetían todos con lágrimas en sus ojos.
«Un excelente hijo en todos sus aspectos. Tuvo una educación humilde y siempre respetó al prójimo. Tuvo una relación de mucho apego a su abuela que lo quería tanto y ahora estarán juntos en su morada. Ese era el deseo de él. Siempre decía que el día que se muera, quería estar con su abuela. Esa gestión estábamos haciendo así que se le cumplirá su deseo», expresó Carlos Romero, de 69 años, papá del padre Javier, durante el velorio.
Y añadió: «Para mi siempre fue mi chico a pesar que ya tenía 48 años y le faltó un poco más de vida para cumplir los deseos que tenía y la vocación de él en la Catedral. Dios parece que se adelantó en llamarlo y ahora debe estar con el».
El padre Romero nació en la capital salteña. De pequeño, con su familia, padres y hermanos, residían sobre la avenida San Martín al 1.200. Concurrió a las escuelas Juan Bautista Alberdi y Benjamín Zorrilla. Luego se fue a estudiar a la provincia de Mendoza, regresó a Salta y terminó la secundaria en el colegio Madre María Sara Lona.
«Yo era campanero y lo traje a tocar»
«El estaba en séptimo grado y yo era campanero acá en la Catedral. Un día lo traje a tocar las campanas por primera vez y el tuvo un llamado de la Virgen, dijo que la Virgen le anticipó que él tenía que estudiar para ser sacerdote. Eso se lo contó a su abuela. Dijo que a el le gustaba, que iba a serlo y que sentía temor de decirmelo. Pensó que yo me iba a enojar. Un día llegue de trabajar, me lo contó y yo le hice upa y fue una alegría bárbara. No se imaginaba que yo reaccionaria de esa forma y de ahí empezó su carrera», relató Carlos Romero.
Contó que otro padre ayudó a su hijo. «Por intermedio del padre Abraham que estaba acá en la Catedral, en aquel entonces, en el lugar que luego mi hijo ocupó, él ingresó al Seminario siguiendo su vocación y se recibió», recordó.
Hoy, en la Catedral, se celebrará la misa exequial a las 9 y el rito de la última recomendación y despedida. La celebración será presidida por el arzobispo Mario Antonio Cargnello. Los restos del padre Romero serán trasladados al Cementerio de la Paz.