21 de septiembre de 2024

El legado del constructor de la torre más famosa y cómo lo aplica un físico argentino

No habían pasado ni dos años cuando, decepcionado por no poder construir el canal de Panamá, el ingeniero Gustave Eiffel se subió en 1889 a su torre recién inaugurada en París y empezó a lanzar objetos.

Así nació la crisis de fricción, que aún se considera para la física un problema de escala planetaria y sin resolución. Al físico argentino y desde 1976 en Francia, José Eduardo Wesfried, le gusta encontrar ese tipo de problemas.

Recién incorporado a la Academia Nacional de Ciencias de Argentina, investigador principal del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS), el Conicet francés, Wesfried fue premiado por la Academia de Ciencias Francesa en París, por sus trabajos de mecánicas de fluidos y de térmica.

José Eduardo Wesfried, físico argentino.José Eduardo Wesfried, físico argentino.

“A los 70 años Eiffel arrojaba objetos desde la torre para estudiar la fricción. Imaginemos una pelota de fútbol que se tira a gran velocidad y que la fuerza del aire que la frena disminuye de repente. Eso genera una crisis, ya que la fricción disminuye y la pelota toma más velocidad”, explica.

Ese fenómeno como el estudio de los torbellinos tan frecuentes y que ya aparecían en las pinturas de Leonardo, son la base de investigaciones vinculadas a cómo reducir el consumo en el transporte aéreo, ferroviario y automotor. También se ocupan de observar cómo juegan las turbulencias en la erosión en los ríos.

Wesfreid es el director del laboratorio de física y mecánica de medios heterogéneos en la Escuela de Física y Química de París.

“Lo interesante de nuestro trabajo es que está relacionado con la física fundamental. Nuestros proyectos están vinculados al nacimiento de la teoría del caos, a la turbulencia, que es un viejo problema clásico de la física que no ha sido prácticamente resuelto y, al mismo tiempo, toca temas muy cotidianos. Esa es la ventaja de nuestro laboratorio en la Escuela de París, donde Pierre y Marie Curie descubrieron la radiactividad”.

 Marie y su marido Pierre Curie. Marie y su marido Pierre Curie.

Cuenta que se dedica a una física de escala humana. “Algunos trabajan en las escalas más pequeñas como las partículas elementales, otros se ocupan de la gran escala como la cosmología. Lo nuestro es la aerodinámica de aviones y autos, fenómenos naturales, la formación de ríos y dunas”, amplía.

A diferencia de lo que suele ocurrir en la Argentina que los descubrimientos quedan en las paredes del laboratorio, en Francia, con una inversión de 2,4% del PBI en investigación y desarrollo (0,4% en Argentina) hay una articulación pública privada para que las innovaciones se apliquen.

“El Estado trató de reforzar la presencia de lo privado y financia la investigación. Muchas veces llegan proyectos de investigación que no son tales y ha habido desvío del dinero que no va a la investigación sino a financiar la actividad de la empresa. Entonces se optó por programas específicos, hay una agencia que, en vez de dar plata, fomenta que se trabaje en conjunto. En mi laboratorio tenemos contratos con grandes industrias y con las start up”, describe.

Incluso las tesis de doctorado son co financiadas por el sector privado con un fuerte subsidio del Estado. “Se trata de una formación para la investigación. Hoy hay una exigencia de más doctores en las empresas porque genera mejores condiciones en la actividad profesional”, señala Wesfried.

-¿Cómo se reconoce la propiedad intelectual?

-Con las patentes. Tengo patentes por mi trabajo con los torbellinos. Hace 30 años se subestimaban las patentes. En Francia el Estado empuja a que se patente para defender la soberanía sobre muchos dominios. Los físicos argentinos son muy buenos y es una pena que no patenten, no hay que tener vergüenza de hacerlo.

-¿Qué observa en los físicos argentinos?

-Son excelentes y muy reconocidos en el mundo. La universidad pública, con gran tradición científica, generó una masa importante de profesionales. Y ayudó la Comisión Nacional de Energía Atómica, el Invap, el Balseiro y una formación muy exigente. Admiro a mis colegas. Pero si el sistema sufre se genera el mayor peligro para el país: la fuga de talentos. Sino hay talento no irán las empresas.

Clarín

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