El edificio histórico que sufre derrumbes y grietas por una obra en construcción y la denuncia de un vecino que se hizo viral

A mitad de julio de 2022 hubo un festejo oficial tras finalizarse la restauración de la fachada de la casa Viacava, una joya de la arquitectura art nouveau creada en 1917 por el italiano Virginio Colombo en Almagro. Esa fue una conquista vecinal, lograda a través de la ley de Mecenazgo, para proteger el patrimonio porteño. A dos años de ese momento la casa vuelve a ser noticia, pero por una historia que duele para sus propietarios y en particular para Arturo Blas, vecino que denuncia que desde hace meses no puede recuperar su vivienda a causa de una obra en el terreno lindante que generó daños de gravedad en toda su propiedad.

La angustia y la desesperación de Arturo se perciben en su voz cuando, en diálogo con Clarín, comenta la pérdida material y emocional que enfrenta: “A mí me humillaron, se rieron en mi cara, tenía toda mi vida y ahora estoy en la lona. No puedo recuperar mi emprendimiento de telares ni mi máquina, mi piano y las obras de arte que coleccionaba quedaron arruinadas. Mi pregunta después de todo este tiempo es: ¿quieren construir un edificio o destruir una vida?”.

Arturo recuerda que las primeras vibraciones en su casa de la calle Rivadavia 3667 ocurrieron en marzo, luego de que el banco Santander, en el terreno lindero, fuera demolido por una constructora con el fin de crear una torre de departamentos en un terreno en forma de L. Clarín, en el lugar, pudo averiguar que la empresa que se encarga de esa obra es CRIBA S.A.

“Primero fueron unas vibraciones, después unos ruidos, y después se empezaron a hacer unas pequeñas grietas. Mi casa es la que está más afectada de todas, porque además hay como instancias de salvaguarda, donde ellos tienen que hacer una especie de ligamento con unos andamios. No lo hicieron durante muchísimo tiempo, o sea, hubo muchas negligencias al punto de que había un arquitecto al principio que después lo desvincularon, y pusieron a otro”, explica el vecino. Su departamento está al fondo, en primer piso, y una de sus medianeras da contra el terreno.

La situación, según relata, fue empeorando con los días. El polvo comenzó a caer en su dormitorio, y cuando todo se hizo insostenible decidió correr la cama y ponerla en el centro del cuarto, pero las paredes empezaron agrietarse más todavía. Tanto que hasta podía pasar la mano por una grieta hasta la casa del vecino, y había pedazos de techo que comenzaban a ceder hasta caer.

Entonces, tomó una medida: sacar el colchón y ponerlo en el living para empezar a dormir ahí. Así permaneció por 20 días, con un colchón en el suelo, con problemas por su asma y sin la posibilidad de entrar a su habitación.

El propietario convocó a una abogada para ver el caso. Al respecto, cuenta que mandaron una primera carta de interés, que fue rechazada, y luego una segunda. El vecino expresa que desde la constructora le dijeron que si se mudaba, lo hacía por “capricho”, porque la obra seguiría de todas formas.

“El 27 de mayo a la madrugada empezó a vibrar toda la casa y la medianera, y se cayó una de las obras de arte que yo tengo sobre la pared. Me agarró un terror total, llamé a los bomberos, ellos me dijeron que no me podía quedar ahí. Recuerdo que eran los mismos que habían estado en el derrumbe de Caballito, y estaban más horrorizados que yo viendo el tiempo que había estado viviendo dentro de esa casa en esas condiciones”, detalla Arturo.

Añade que luego apareció Defensa Civil y se produjo el desalojo, pero que “al acta no la quisieron firmar porque el que estaba a cargo de la Guardia dijo que era un tema muy engorroso para la Fiscalía, y que prefería hacerlo de manera informal”.

A las cuatro de la mañana de ese día, Arturo quedó en la calle con su gato después de haber vivido casi 10 años en ese departamento. Alquiló un Airbnb y estuvo hasta el 17 de julio viviendo en esas condiciones, con las pocas cosas que rescató de su casa y manteniéndose con los ingresos que tiene por su trabajo de gestor cultural y empleado en la Secretaría de Cultura de la Nación.

Permanece desde entonces en un monoambiente prestado en Boedo, en el que colabora pagando los servicios esenciales. Cuando encuentra un hueco de su trabajo va a a su casa a regar las plantas que le quedaron y cada vez que entra ve peor el panorama.

“La realidad es que ni siquiera Defensa Civil quiso hacer las cosas como correspondía, entonces legalmente no está clausurada mi casa. Es una locura todo. Tengo una cantidad de obras artísticas de artistas nacionales e internacionales, productos tecnológicos y la verdad que quedó todo destruido.Tengo un piano alemán vertical que también está destruido. Realmente arruinaron mi casa y mi vida. Es mucha impunidad”, manifiesta Blas. Siente que todos sus derechos fueron vulnerados.

Agrega que ahora se encuentra en una etapa de mediación con la constructora, pero que la primera no fue para nada buena: “En la primera mediación la empresa se rió en mi cara con total impunidad. Me dijeron que no les interesaba negociar, que yo me había mudado por capricho, que ellos no tenían nada que ver con la propiedad, todo para destruirme psicológica y emocionalmente, y lo lograron”.

Arturo comenzó a publicar videos en redes sociales para visibilizar el estado desastroso en que se encuentra su casa actualmente. Dice que si bien ese primer video no tuvo gran difusión alcanzó para que la empresa abriera una negociación: le ofrecieron $ 500.000.

La mediación continúa, por lo que Arturo espera poder aclarar algunos puntos respecto de cómo pretende que se haga un apuntalamiento (que la empresa ofrece) en su propiedad.

“Yo tengo un patrimonio de casi US$ 40.000 adentro del departamento, cotizado ya. Lo que estaba pidiendo en la mediación era ‘dame un lugar donde vivir’. Y a ellos no les importó. En la negociación no ofrecen nada, solo dicen que quieren entrar a apuntalar. Y yo les digo ‘sí, perfecto, pueden entrar’, pero les dije que necesito un certificado de un arquitecto imparcial que me asegure que puedo vivir nuevamente en mi vivienda. También de un ingeniero y del área pertinente del Gobierno de la Ciudad”, remarca.

Tiene que poder acordar con la empresa los horarios en los que se llevarían a cabo las jornadas de apuntalamiento, porque comenta que no están contemplando la situación en la que está, con un trabajo de lunes a viernes que necesita más que nunca. A todo esto, se le suma que su gato está sufriendo varios problemas de salud provocados por el estrés de mudarse repetidas veces de hogar.

“Yo quiero que ellos entren a apuntalar mi casa, pero no quiero que vuelvan a destruir todo. Mi idea es arreglar las cosas en la mediación, pero si tengo que ir a juicio voy a ir porque ya no tengo nada que perder, ya perdí todo”, enfatiza.

Con su último video, en donde expresa la situación que atraviesan él y las 10 familias que viven en la histórica casa Viacava, Arturo logró hacerse viral en TikTok y otras redes. Cuenta que recibe un sinfín de comentarios de gente que le relata sus casos.

“La realidad también es que el terreno que compraron ellos es más chico que el terreno de mi edificio, y también todos me dicen que ellos lo hacen a propósito para que la gente se canse y termine vendiendo sus casas y ellos avancen por arriba del patrimonio. Pero a mí no me da lo mismo vivir ahí que en otro lado”, concluye.