Con esa gestualidad que lo caracteriza cuando se sube a un escenario, Federico Sturzenegger dijo a los empresarios: “No me vengan a pedir que les baje los impuestos, pidan que baje el gasto”, los provocó.
Pero en el campo, la industria y los servicios hacen caso omiso y piden las dos cosas: menos gastos y también menos impuestos. El reclamo es generalizado en una Argentina con menor inflación en la que asoman otros costos de la economía. La carga impositiva es “asfixiante” sueltan en la Rural o “insoportable”, según la UIA.
Un estudio de la UIA, precisamente, indica que Argentina lidera el ranking global junto con Brasil cuando se observa la presión fiscal sobre el sector formal.
“Argentina es el país con mayor carga en Ganancias a las empresas, Impuesto al Patrimonio y el Impuesto a los Sellos. Y se ubica entre los primeros seis países en IVA, Impuesto al cheque, Ingresos Brutos y Tributos Municipales. Esto refleja que, como contrapartida del sobredimensionado gasto de nuestro país, empresas y consumidores que se desarrollan en la economía formal enfrentan una elevada presión tributaria”, señalan.
El campo y la industria coinciden en proponer que eliminen los impuestos distorsivos, empezando por las retenciones y el impuesto al cheque, a nivel nacional y los provinciales Ingresos Brutos e impuesto a los sellos. “Hay que reemplazar los impuestos malos”, señalan a coro en una gesta que parece difícil de concretar.
Ganancias, IVA, Bienes Personales y el impuesto al cheque son el 90% de la recaudación nacional. Ingresos Brutos y sellos aportan el 84% a las arcas provinciales. Y las tasas de seguridad e Higiene representan el 34% de los municipios.
Para un tributarista como Humberto Bertazza, uno de los problemas de la estructura impositiva es que “no hay contraprestación en un sistema diseñado con la lógica de los parches”. A diferencia de lo que ocurre en otros países, aquí la clase media debe procurarse la educación, la seguridad y la salud por sus propios medios. “Es una estructura basada en el consumo, con superposición de impuestos en los tres niveles de gobierno y hay falta de coordinación”, describió en un seminario de la Federación de Empresarios Hoteleros (Fehgra).
En cálculos de Bertazza, la carga impositiva sin contar los impuestos municipales ni provinciales llega este año a 22,37% y será de 22,92% en 2025. Si se incluyen todos los impuestos escala a 29,6% y es la segunda más alta el la región, con un 21,5% de promedio. La presión fiscal en los países ricos nucleados en la OCDE llega a 34%.
Para colmo hay un importante costo para los cumplidores que deben disponer de administraciones para estar al día dada la maraña de impuestos y normas. Argentina es el tercer país en la región con los mayores costos: son 1,1% cuando el promedio es 0,3%.
“Estamos por encima de Canadá y un poco más abajo de Noruega cuya presión es la mayor del mundo con 40,8%”, sueltan los empresarios que acuerdan en hacer cambios con prudencia y con responsabilidad para no desfinanciar al Estado.
“Hay países como Australia que eligieron gravar con un impuesto más redistributivo a los ingresos. Aquí el énfasis está puesto en los impuestos al consumo como IVA, impuestos a los combustibles e Ingresos Brutos provinciales”, acota la contadora Graciela Treber.
Cuando se mira hacia delante, Bertazza observa que en el Presupuesto 2025 está previsto un incremento impositivo de 8% que se sustenta en un aumento en la recaudación del IVA de 1%, otro 20% en Ganancias, 15,8% en seguridad social, 133% en el monotributo y aún persiste la duda en las retenciones de las que se prevé un alza de 0,96 a 1,43%.
Eso sí, muchos celebran a Sturzenegger por su plan de desmantelamiento de la AFIP. Curioso, el organismo creado por Domingo Cavallo en octubre de 1996 fue dirigido en sus inicios por un ex técnico del FMI, Carlos Silvani que logró un salto en el ordenamiento tributario.
En estos últimos años, con sueldos millonarios para sus altos jefes y 24.410 empleados, la AFIP acumuló 770.314 juicios que siguen en trámite. Esa es su pesada herencia.