Doña Palmira Villegas: «El secreto para llegar bien a los 101 años es la buena alimentación»
Palmira Villegas cumplió ayer 101 años y contó historias que van desde La Quiaca hasta la Rusa María.
Por supuesto que no se tiene la certeza de que tenga esa edad. Ella nació en la localidad fronteriza de La Quiaca, en la provincia de Jujuy. Cuenta siempre la misma historia sobre cómo andaba a caballo por esas alturas que le dieron un corazón grande y fuerte.
Los relatos circulan en torno de su primer trabajo a los 14 años en un hotel. No hay, ni hubo, variaciones con el paso de los años; todos los detalles se siguen repitiendo y sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos se los siguen pidiendo como quien ve un álbum de fotos.
Ayer estuvo rodeada de cinco generaciones que habitaron, y habitan, en el Bajo salteño. Pero la historia, como el camino, es larga; tiene seguramente más de un siglo. Palmira cuenta que recién a los 18 la llevaron a San Salvador de Jujuy para anotarla. Ella le dijo al notario la edad y la fecha de nacimiento y esa fue su verdad. Todos piensan que tiene más de 101 años, pero lo mismo le hicieron una torta con tres velitas con esos y prepararon el pollo que puede comer, más el asado, las empanadas y los postres que a ella le gustan, que son básicamente frutas.
«El secreto es la buena alimentación», dijo la mujer. «Me pide todos los días sopa», dijo Osvaldo que es el hijo cocinero.
Palmira luego tuvo un solo amor con el que tuvo tres hijos: Carlos, Osvaldo y Ramón. El último es el actual cocinero de Palmira, el del medio es el organizador de todo y el primero falleció en mayo del año pasado a los 81 años.
Cuando se prende la cámara y tiene que decir algo no puede hablar por el recuerdo de su hijo mayor que habría cumplido años hace dos días atrás. El precio de la longevidad a veces es ver morir a los hijos y su dolor es imposible de describir.
Los crió sola a los tres. Seguramente el mayor debe haber cumplido un rol fundamental. En cambio el más chico, Osvaldo, fue el más travieso. Es quien se encarga de contar la metodología de crianza de Palmira.
«Yo tenía colgado un rebenque que me había encontrado en el río Arenales y que mi mamá usaba para educarme. Con el tiempo fui adulto y lo colgué como un trofeo y le escribí: el psicólogo de mi crianza», dijo a las carcajadas.
«Los hermanos nunca la pudimos tutear a mamá. Siempre la tratamos de usted y ella nos crió de una manera correcta».
Son todas las historias que se repiten en cada reunión familiar en donde los hijos fueron tres, los nietos 10, y los bisnietos ya no se saben cuántos son y mucho menos los bisnietos.
Todos se juntan en esa casa de Ituzaingó al 1400.
Cuando muchos lean la dirección, sobre todos los varones que superan los 60 años, se darán cuenta que Palmira vivió en una zona «caliente». El Bajo San Antonio tenia noche, códigos y un dialecto particular; y a todo eso, Raúl, más conocido como Kelo, lo conoce como la palma de su mano.
«Mi mamá y mi papá Ramón, cuando vinieron a Salta, vivían en un conventillo de Pellegrini y San Martín, que ya no existe más. Cuando yo tenía dos meses se vino al Bajo, a esta casa que de a poco la fue cancelando», contó Kelo sin mencionar qué pasó luego con su padre.
Hay dos deducciones, Palmira vive en esa casa desde hace 75 años, criando sola a sus hijos. Se nota que trabajaron todos, que hicieron de todo y desde muy pequeños.
Así es que vendieron diarios, fueron canillitas desde niños hasta que el más grande estudió y se hizo electricista. Por supuesto que los dos más chicos también aprendieron ese oficio.
«Ella nos enseñó hasta cocinar. Lo mejor que hace es el arrollado de matambre, porque antes los carniceros lo regalaban para comida de gato».
«Mi mamá fue la última cocinera de la Rusa María (Grynsztein)», dijo el Kelo. «Muchos hablan y escribieron sobre la Rusa María, pero muy pocos saben la verdadera historia. Yo era muy chico y era el que llevaba el parte diario de las chicas a la Policía. Por ejemplo, muy pocos saben que a ella la apuñalaron en el parque San Martín. Cuentan una historia que está distorsionada», dijo Kelo con conocimiento de la trama.
Para quien no lo sepa, María Grynsztein fue una inmigrante polaca que había llegado a Salta en el año 1929. Antes había estado en Mendoza donde se hizo prostituta. En nuestra ciudad fue protagonista del auge de los cabarets y falleció el 27 de septiembre de 1963. Palmira era quien le cocinaba y por supuesto que sus hijos la conocían bien.
Todos tienen historias dignas de ir a sentarse y charlar por horas. No sólo del Bajo sino también de Jujuy, de cómo se fue transformando Salta, la receta de los matambres y hasta del concurso de cueca que ganó Osvaldo.
«Yo siempre leí El Tribuno y ahora me emociona que vengan a visitarme», dijo la mujer.
¿Sobre cómo la lleva? Tiene una acompañante que la cuida, se sienta en la silla de ruedas y recibe el cariño de toda su familia. Tiene dolores intensos por la debilidad de sus huesos en la columna, pero que se los llevan los calmantes y los mimos de sus hijos.