China adelanta el futuro en la megalópolis de Xiongan
La economía china (U$S 18,6 billones/19% del PBI global) creció 5.3% anual en el primer trimestre y el PBI industrial se expandió 6.5%, mientras que las exportaciones aumentaron 1.5% y las importaciones – como es la regla en la República Popular – triplicaron ese porcentaje (3.9%).
Significa que China se expande este año por encima del año anterior (5%) y que lo hace arrastrada por el auge del producto industrial, centrado en el despliegue de las “nuevas fuerzas productivas” – en la terminología de Xi Jinping – que son las de la 4º Revolución Industrial, y las de la Inteligencia artificial (IA), que es su principal tecnología.
Atrás de las “nuevas fuerzas productivas” hay una visión estratégica de largo plazo, que consiste en la siguiente estimación: la “economía digital”, que es la estructura productiva de la 4º Revolución Industrial, abarca hoy 40% del producto, mientras que el 60% restante corresponde todavía a la “economía industrial”; y esto sucede cuando la puja geopolítica con EE.UU se ha exacerbado, y Washington coloca como eje de su estrategia de hegemonía mundial respecto a China la decisión de frustrar o impedir el desafío tecnológico que le representa la 2º superpotencia del mundo en el dominio de las tecnologías de avanzada.
Hay que advertir que EE.UU dispone de un aparato productivo 100% digitalizado, además de encabezar la Inteligencia artificial (IA), sobre todo en la etapa inicial de innovación y creatividad.
Xi Jinping sostiene que China está 10 años por atrás de EE.UU en la tarea histórica de disponer de un sistema productivo y de servicios 100% digitalizado, lo que implica que el periodo 2025/2035 es el que decide su destino en el siglo XXI.
China es el país de los grandes desafíos históricos en los que juega su suerte como nación y sistema político, los dos absolutamente fusionados en el momento actual; y el más crítico de esos desafíos, por encima incluso de la 2º Guerra Mundial y la Guerra de Corea (1950/1953), fue la “Larga Marcha” (1933/1935), donde con el liderazgo de Mao Tse Tung logró sobrevivir tras recorrer 8.000 kilómetros de su inmenso territorio y librar más de 20 batallas, hasta encontrar refugio en las planicies aisladas del Noroeste – territorio de Yanan – en la frontera con el mítico Tíbet.
La conversión de China en una economía 100% digitalizada en un plazo perentorio de 10 años – la nueva “Larga Marcha” del siglo XXI – tiene una extraordinaria manifestación física en la creación de Xiongan, la gigantesca mega-urbe que está siendo construida en una superficie de 100 km2 al Este de Beijing, la capital.
En Xiongan se han establecido cuatro ferrocarriles de alta velocidad (300 km/h, o más) que integran los cuatro extremos de la región en menos de una hora; y a ella se trasladan todas las actividades de Beijing no gubernamentales: las universidades y las empresas de alta tecnología en primer lugar, encabezadas por la producción de vehículos autónomos, las ciencias de la vida, las bio-manufacturas, y los nuevos materiales. Es un proyecto que se desarrolla hace tres años y se concluiría en 2030, en el que habitan ya más de 1 millón de personas, y se han invertido U$S 74.000 millones hasta la fecha, y son más de 140 compañías – todas “high tech” – las que se han instalado en ella.
El cálculo del gobierno chino es que el consumo es un subproducto del auge de los salarios reales (capacidad de compra), y que estos son una consecuencia directa del alza de la productividad, la que a su vez surge de combinar el aumento del “capital humano” con la más elevada tecnología.
Atrás de esto hay una visión anticipada de lo que será el “Imperio del Medio” al alcanzar todo su esplendor hacia 2050.
La presunción en que se funda Xiongan es que la pobreza es un fenómeno del pasado, y que el consumo básico – alimentos, vestimenta, vivienda y educación – está asegurado.
Pero como China tiene la tasa de inversión más elevada del mundo (47% del PBI), así como el mayor nivel de ahorro individual del planeta (49% del producto), el consumo de los próximos 30 años tiende a adquirir un carácter más optativo e individual, como la alta educación, el turismo nacional e internacional, el estudio de idiomas, y la mejora sistemática de las condiciones de vida (que es lo que se denomina la búsqueda de una “vida buena”).
El superávit de cuenta corriente chino (son más los capitales que salen que los que entran) ascendió a 1.6% del PBI en los tres primeros trimestres de 2023, lo que es un fiel reflejo de la fórmula del crecimiento chino de los últimos 10 años, que es 3 puntos de importaciones por cada punto de las ventas externas.
Por eso es que Xi Jinping ratificará este año en San Francisco ante los empresarios estadounidenses de alta tecnología que la República Popular prevé importar U$S 40 billones (U$S 30 billones de bienes/U$S 10 billones de servicios) en los próximos 15 años, lo que representa la mitad del PBI mundial.
Es evidente que China retoma los ejemplos históricos como la “Larga Marcha” sin nostalgia alguna del pasado, y lo hace con el lenguaje ultra presente de la 4ta Revolución Industrial y con el sentido volcado al futuro, de carácter instantáneo de la Inteligencia artificial (IA).