A cincuenta años de la muerte del presidente Juan Domingo Perón
Mañana lunes 1° de julio, se cumplirá el 50° aniversario del fallecimiento del Teniente General Juan Domingo Perón, cuando por tercera vez ejercía la presidencia de la Nación. Meses antes, más precisamente el 22 de diciembre de 1973, en oportunidad de realizarse en el Teatro San Martín de Buenos Aires el encuentro de la generación intermedia, un grupo de salteños fuimos sorprendidos por una información que nos abrumó. Un compañero, que por entonces desempeñaba un importante cargo en el ámbito de la educación, nos invitó a participar de una reunión. Creímos que se iba a conversar sobre la situación que atravesaba el país a causa de la violencia y de la economía que de a poco comenzaba a resentirse por la guerra árabe-israelí y la crisis del petróleo. Pero nuestro interlocutor rumbeó para otro lado. Luego de una breve conversación dijo: «Muchachos, hay que prepararse para lo que viene, el General (Perón) no tiene más de seis meses de vida». Aunque nadie le creyó, todos quedamos impactados pese a que éramos conscientes de que la salud de Perón era precaria y que cada disgusto le quitaba un poco de vida. Eso lo sabíamos todos, incluso quienes a propósito se empeñaban en arrojar cada vez más leña al fuego. Pero aun así, estábamos convencidos que había Perón para rato y por eso, casi al unísono, preguntamos al compañero sobre el origen de esa información. Su respuesta no se hizo esperar: «Lo sé por boca del doctor Taiana», dijo. Se refería nada menos que al entonces ministro de Educación de la Nación, uno de los tres médicos que atendían a Perón junto con Domingo Liotta y Pedro Cossio. Y más aun, era el padre de «El Canciller», un joven cercano a Montoneros. Pero pese a la importante fuente aludida, nadie quedó convencido de la versión y mucho menos cuando con el paso de los días apreciamos la dinámica que Perón imprimía a su labor cotidiana. Casi como si estuviese apurado por finiquitar algunos temas. El más palpable fue el centenario conflicto limítrofe con Uruguay por el Río de la Plata. En fin, nada hacía prever que el final estuviese tan cercano como lo afirmado por nuestro interlocutor aquel 22 de diciembre de 1973.
Malas noticias
Pasaron los meses y también mucha agua bajo el puente hasta que el 28 de junio de 1974 por la tarde, un parte médico encendió la primera señal de alarma sobre la salud del general Perón. Muchos creímos que se trataba de algo pasajero, tal como ya había sucedido en los últimos meses. Ese informe dado por los doctores Cossio y Taiana, decía que desde hacía dos días el General Perón estaba enfermo a causa de una «broncopatía infecciosa que había repercutido sobre su antigua afección circulatoria central» (ver El Tribuno 29-06.74). Al día siguiente, penúltimo día de junio, cerca del mediodía, hubo una segunda señal de alarma: el General había pasado la presidencia a manos de la vicepresidenta, su esposa. El parte oficial decía: «Para atender su salud, el General Perón transmitió a la vicepresidenta el ejercicio del Poder Ejecutivo» (El Tribuno 30-6). Ese mismo día, el canciller Alberto Vignes anunció que antes de delegar el mando, Perón había aceptado la renuncia del Dr. Héctor Campora como embajador en México. Más tarde se supo que en el decreto correspondiente no se había incluido la tradicional frase de agradecimiento «por los importantes servicios prestados».
Conocida la delegación del mando, todos los partidos políticos se pronunciaron a favor de la continuidad constitucional ante algunas versiones golpistas. Lo hicieron mediante una declaración que firmaron Fernando Nadra y Rubén Iscaro (P. Comunista), Horacio Thedy y Martínez Raymonda (P. Demócrata Progresista), Oscar Alende y José Jritonsky (P.Intransigente), Martín Dip y Federico Bauschwitz (Revolucionario Cristiano), Victor García Costú y José Bolosky (Socialista Popular), Juan Carlos Coral y Arturo Gómez (P. Socialista de los Trabajadores), Héctor Sandler y Armando Molina Zavalía (UDELPA), Francisco Manrique (P. Federal) y Ricardo Balbín y Enrique Vanoli (UCR). A esta declaración se sumaron los partidos políticos provinciales y todo el empresariado argentino nucleado en la Confederación General Económica. Claro, también hubo quienes se llamaron a silencio.
Últimos partes
El domingo 30 de junio hubo dos partes médicos rubricados por Taiana y Liotta. El de la mañana dijo que la salud de Perón seguía estable, en tanto el conocido al final de la tarde señaló que el presidente había «experimentado una favorable evolución».
Al día siguiente, lunes 1 de julio, el informe matutino dejó escaso margen para el optimismo. Todo indicaba que el desenlace era inminente. A las 10.25 se informó que Perón había sobrevivido a un paro cardíaco, pero una hora después, un boletín de la Casa Rosada alertó diciendo que la salud del primer mandatario se había agravado bruscamente. A las 13,27 se emitió el último parte referido a la salud del presidente: «A las 13 horas –decía- se agravó sensiblemente el estado de salud del teniente general Juan Domingo Perón».
Finalmente un breve comunicado conmovió al país: «El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15». Este se conoció a poco que la señora de Perón informara a las 13.50 por cadena nacional, sobre la muerte de su esposo.
Repercusiones
Conocida la noticia, la congoja prácticamente paralizó el país, desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego. Por su parte, la ahora viuda de Perón, inmediatamente tomó la primera medida institucional: se dirigió al Congreso de la Nación y a la Suprema Corte de Justicia, dando cuenta del fallecimiento de su esposo y a la vez les comunicó que había asumido en forma definitiva la primera magistratura del país.
A minutos del deceso, el primer dirigente que llegó a la residencia de Olivos para presentar sus condolencias a la señora de Perón, fue el líder radical, Dr. Ricardo Balbín, quien permaneció junto a ella por espacio de quince minutos.
El Papa Paulo VI fue otra de las personalidades mundiales que de inmediato saludaron a la señora de Perón. El Santo Padre la había recibido diez días antes en audiencia privada en su biblioteca. Había sido la primera vez que un Sumo Pontífice recibía a una vicepresidenta de un país.
Otra de las primeras condolencias fue la que el general Alejandro Agustín Lanusse envió a la señora de Perón: «Anhelo –dijo- que el infausto suceso, ocurrido a solo pocos meses de que la inmensa mayoría del pueblo expresase su decisión de ser gobernado por el General Perón, no frustre las expectativas creadas…».
Por su parte la CGT declaró un paro por 24 horas para el miércoles 3 de julio, exceptuando del mismo a quienes cubrían servicios esenciales. Todos los partidos políticos y entidades empresarias nucleadas en la CGE, también hicieron llegar sus condolencias y lo mismo ocurrió con las Fuerzas Armadas.
En Salta
En nuestra provincia como en el resto del país, la noticia de la muerte del General Perón causó una gran congoja. En la ciudad, el Bar «Los Tribunales» fue el lugar donde la mayoría de los dirigentes peronistas se dieron cita. Desde la mañana temprano trataron de seguir los últimos minutos de vida del General Perón. Todos estaban pendientes del televisor blanco y negro adosado a un de las paredes y de la radio ubicada en un ángulo del salón, atrás del mostrador. En ese espacio, apretujados, tristes y atentos a cada palabra de los locutores, permanecieron casi en silencio hasta que llegó la noticia que sumió a todos en un profundo pesar. El reloj del negocio de Carlitos Defrancesco marcaba las 13.50 cuando se anunció la muerte de Perón acaecida 35 minutos antes. Todos se levantaron de sus lugares y sollozando se abrazaban con sus compañeros y amigos.
Hoy no voy a dar nombres por los que quedan en el tintero pero sí un recuerdo. Cuando tres o cuatro compañeros trataban de dar consuelo a Pedro González quien se encontraba profundamente conmovido, lo convencieron que saliera a caminar por la plaza Güemes. Abrigado con su sobretodo negro salió abrazado a Manuel Pecci, Luis García Vidal, Lucho Marocco y un radical que había llegado al bar luego del fatal anuncio. Era Néstor Salvador Quintana. Luego de ingresar por la puerta de la ochava se había confundió en abrazos con sus amigos y ahora acompañaba a Pedro para ayudarlo a aliviar su pena. Al volver a su mesa y a su silla, Pedro le dijo a Quintana: «Así deben haber sufrido los radicales cuando murió Yrigoyen…». Mi última imagen de aquella larga y aciaga mañana del Bar «Los Tribunales», fue ver a mi padre ingresar por calle Rivadavia. Por Perón, lloramos abrazados. Fue la misma imagen de muchos padres, abuelos e hijos de una Argentina que aquel primero de julio de 1974 se fue para siempre.
Honores
Aquella tristísima tarde del 1° de julio, el gobernador Miguel Ragone dirigió un mensaje al pueblo de Salta desde los estudios de Radio Nacional, junto al vicegobernador Olivio Rios. Fue a las 15.30 y lo difundieron Radio Salta y Canal 11. «Nada puedo decir, el terrible dolor que nos embarga es dramáticamente elocuente. Vayan estas pocas palabras en primer término a los compañeros peronistas, que en todo momento estuvieron bajo la luz señera del gran conductor de los argentinos…». En otro párrafo de su alocución, el gobernador Ragone habló a todos los salteños «sin distinción de banderías ni credos, para pedirles –dijo- humilde y cristianamente que guardemos el respeto entre nuestros semejantes y nos conduzcamos en solidaridad y guardando el orden y la paz…».
En la Legislatura
En homenaje al desaparecido presidente Juan Domingo Perón, la Asamblea Legislativa fue convocada para las 21.30. La misma comenzó cuando el vicegobernador Olivio Ríos, en ejercicio del Poder Ejecutivo, izó el pabellón con un crespón negro en el mástil del recinto. Allí estaban especialmente invitados el ministro Jesús Pérez, el secretario general de la gobernación, José Luis A. Borelli y el secretario de seguridad social José Rallé. Previamente se había convenido que el homenaje se haría extensivo a la memoria del senador provincial Diógenes Zapata, también fallecido en la fecha. «El correligionario Zapata –se dijo- era cerrillano pero representaba a Metán, departamento donde había hecho toda su vida política desde 1918». Sobre su personalidad hablaron los legisladores Fernando Chamorro, Carlos Mugas Saldivia, Julio Temer, Luis Herrero, Guadi Dagum y Juan Carlos Guerra.
En el homenaje a Perón hablaron Carlos Mugas Saldivia, Fernando Chamorro, Juan Carlos Castiella, Juan Carlos Guerra, Julio Temer, Luis Herrero, Elsa Lucero de Romero, y los justicialistas Lucio Heredia, Luis Borelli (h), Carlos Chávez Díaz, Julia Corimayo y Hortencia Rodríguez de Porcel.
Finalmente a las 23.10 concluyó la Asamblea luego que se tributara a los difuntos honrados un minuto de silencio y se entonaran las estrofas del Himno Nacional.
Como escribió aquel 1 de julio el Jefe de Redacción de El Tribuno, Mario Ríos: «Ha muerto un conductor de la Nación. Ha entregado su último aliento a la causa que abrazó como vida. Pudo cumplir con aquel deseo expresado hace treinta añas a los trabajadores argentinos: el de quemarse en una llama épica y sagrada para alumbrar el camino de la victoria».