24 de noviembre de 2024

El bar histórico que cerró por una tragedia y reabrió con el espíritu de los españoles que lo fundaron hace 60 años

En 2019, Lucas Pérez decidió tomar un camino diferente en un paseo con su esposa. Así fue como se topó con una esquina de San Telmo que llevaba 20 años abandonada, sin venderse. Desde hacía un tiempo buscaba comprar un local para seguir su pasión por la gastronomía y tomó ese hallazgo como una señal. Cuatro años de trabajo ―y una pandemia― pasaron hasta la reapertura del Saeta, un pedazo de historia porteña que rescató de los escombros. El miércoles, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo declarará sitio de interés cultural en un acto que emociona a Lucas y a los vecinos más antiguos del barrio.

“Un día vino una chica que trabaja en la Legislatura y después me enteré que también vino Graciela Ocaña. Estaban al tanto de la apertura y sabían que era un bar con historia. La chica vino a la mañana y le comentó a una de las empleadas sobre el interés que tenían. Ella se puso en contacto conmigo. Me habían comentado que podía ser un bar notable, pero lo de la posibilidad de ser sitio de interés cultural no la sabía”, cuenta Lucas mientras charla con Clarín en una de las mesas del bar, en el cruce de las calles Chile y Perú.

Reabrió el Saeta a principios de 2024, tras cuatro años de remodelaciones que iniciaron con la compra del local en 2019 a los tres dueños anteriores. “Saeta” no fue un nombre elegido por Lucas, más bien se conservó para rescatar una historia.

En 1962, tres jóvenes inmigrantes españoles fueron los que comenzaron el legado del Saeta. Sebastián González, nacido en Salamanca, se juntó con sus primos Mario Luis García Cabilla ―nacido en Asturias― y Celedonio García ―oriundo de Galicia― para comandar el local.

Se convirtió en un bar que funcionaba las 24 horas y que recibía visitas de artistas y famosos de la época. Pero los años dorados del Saeta se vieron truncados en 2001, cuando una explosión por una pérdida de gas en el sótano del local se llevó la vida de un repositor de Coca Cola.

Lucas Pérez descubrió la esquina en 2019. Atravesó la pandemia y recuperó un sitio histórico. Foto: Juano Tesone.Lucas Pérez descubrió la esquina en 2019. Atravesó la pandemia y recuperó un sitio histórico. Foto: Juano Tesone.

Fueron casi 20 años los que pasaron hasta que Lucas encontró esa esquina olvidada y tapiada con ladrillos que nadie quería cruzar, ni mirar. Que se había vuelto invisible.

Ahora mira los cuadros colgados en la pared de su local, de su Saeta rescatado, y se emociona al mencionar a algunos de los personajes que componen las fotografías. Conoció a dos de los tres socios inmigrantes del viejo Saeta en 2019 (Celedonio ya había fallecido), cuando hicieron los papeles para la compra del local.

“Hablé con la mujer de Sebastián (González), que fue el último que quedó al frente del lugar. Él era la cara más visible, el que más contacto tenía con los clientes y con el barrio. Era súper querido y le afectó mucho psicológicamente el accidente, la muerte del chico lo mató. Ese día se fueron y no volvieron a abrir”, explica Pérez.

El bar Saeta reabrió esta año y conserva la estética de su fundación, en 1962. Foto: Juano Tesone.El bar Saeta reabrió esta año y conserva la estética de su fundación, en 1962. Foto: Juano Tesone.

Y añade que, según pudo saber, los anteriores dueños le hicieron un juicio a Metrogas: “Era una pérdida que venían corriendo, venían arreglando desde la esquina para acá y ellos tuvieron la mala suerte. No fue una negligencia por dejar una hornalla prendida. Yo hablé con la familia de Sebastián y esto lo están viviendo como algo liberador, están muy contentos. Fue una etapa de sanar una herida. Él ya falleció, pero sabía que yo lo iba a abrir”.

Cuando Pérez adquirió el local comenzó la cuarentena por la pandemia. Con un permiso pudo ingresar al edificio que había comprado y la imagen que encontró lo impactó.

“Vine con un amigo arquitecto y tuvimos que romper la pared para entrar. Estaba todo tapiado con ladrillos. La señora que gestionaba la venta me había dicho ‘mirá que te vas a encontrar con un bar, tenés de todo, mesas, sillas’. Cuando abrí todo el techo estaba caído, incluso los ventiladores. Me tuve que agachar para pasar y ahí encontré las mesas, las sillas, una heladera con tuppers de comida adentro. Estaba todo destruido, entonces tuve que imaginar”, recuerda Lucas sobre ese momento.

El Saeta estuvo casi 20 años tapiado y abandonado en la esquina de Chile y Perú. El Saeta estuvo casi 20 años tapiado y abandonado en la esquina de Chile y Perú.
El interior del bara Saeta antes de los trabajos de recuperación. Estuvo casi 20 años abandonado. El interior del bara Saeta antes de los trabajos de recuperación. Estuvo casi 20 años abandonado.

Para alimentar esa imaginación decidió recorrer los diferentes bares porteños, algunos de ellos muy populares, como Las Violetas y el Tortoni. Quería entender las dinámicas de estos espacios, observar predisposiciones. Eso lo ayudó a encontrar la mejor forma de custodiar la memoria del Saeta.

Renovado. Así se ve el bar Saeta, que reabrió esta año tras estar 20 años abandonado.Foto: Juano TesoneRenovado. Así se ve el bar Saeta, que reabrió esta año tras estar 20 años abandonado.Foto: Juano Tesone

“Había quedado la barra, la disposición más o menos es la misma. Fue toda una aventura. Lo primero que hice fue limpiarlo todo, sacar lo que estaba podrido. Donde estaban los baños hice la cocina, y los baños los pasé arriba. Después todo es original, como las puertas y las ventanas”, describe.

Detrás de la barra hay objetos antiguos que atesora y una colección de pingüinos donde sirven el vino. Hay ventiladores de techo, tubos de luz y un teléfono público de esos que funcionan con monedas. Los fileteados en los vidrios colaboran con la estética porteña, así como el constante sonido de alguna pieza de tango en el ambiente.

El bar Saeta reabrió esta año y conserva la estética de su fundación, en 1962. Foto: Juano Tesone.El bar Saeta reabrió esta año y conserva la estética de su fundación, en 1962. Foto: Juano Tesone.

Hay un dato curioso, y es que si bien la historia del Saeta se remonta a 1962, este edificio tiene una vida anterior, que comienza en 1865, con la inauguración de un almacén y bar de bebidas llamado “La Estrella”.

Lucas, que estudió cocina en la escuelas del Gato Dumas, dice que en su carta va buscando la vuelta para poner cosas nuevas entre cocina porteña y española, “más porteña que española, porque obviamente estamos en San Telmo”.

El bar Saeta reabrió esta año y conserva la estética de su fundación, en 1962. Foto: Juano Tesone.El bar Saeta reabrió esta año y conserva la estética de su fundación, en 1962. Foto: Juano Tesone.

“La idea final en realidad era otra, pero el estilo me gusta porque me encantan las cosas antiguas. Traje un montón de lo que tenía en mi casa. Iba a tener otro nombre el local, había arrancado con la idea de hacer una pizzería. Tenía nombres en la cabeza dando vueltas, pero escuchaba a la gente que me repetía que tenía valor dejarle Saeta”, Lucas sabe que esos clientes, los antiguos que se criaron con el viejo Saeta, no se equivocaron.

“Acá estaban los carteles que decían ‘albóndiga con arroz’, ‘pastel de papa’, pegados todavía de aquella época. Voy buscando cosas volcadas a la cocina española porque los dueños eran tres españoles. Hacemos los guisos de lentejas, las albóndigas a la española, la tortilla de papas a la española, ahora voy a traer una salchicha, la chistorra, que es un chorizo colorado”, agrega.

Pingüinos para el vino. Un clásico de otros tiempos que los nuevos dueños del bar Saeta recuperaron en la reapertura. Foto: Juano TesonePingüinos para el vino. Un clásico de otros tiempos que los nuevos dueños del bar Saeta recuperaron en la reapertura. Foto: Juano Tesone

Toda la felicidad que generó la reapertura se vio empañada por un momento ocurrido en abril, cuando empleados y comensales sufrieron un robo relámpago a mano armada sobre el horario del cierre. Incluso de ese episodio Pérez saca un lado positivo, y es que la difusión del caso sirvió para atraer a más comensales a sus mesas.

Mientras termina de hablar con Clarín, Lucas recibe a algunos de los clientes que están agradecidos por la reapertura y que también estarán presentes el miércoles, cuando la Legislatura haga oficial la declaración de este bar porteño como sitio de interés cultural. Además, estarán los empleados del local y sus familias.

El Bar Saeta, declarado sitio de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad.El Bar Saeta, declarado sitio de interés cultural por la Legislatura de la Ciudad.

Desde Monte Grande ―donde vive y donde atiende una franquicia de Café Martínez― viaja todos los días hasta San Telmo para estar al menos unas horas en el Saeta. Sabe que el esfuerzo de estos años solo lo conocen él y los suyos, pero este premio lo comparte con todos.

“El trabajo dio sus frutos y era real lo que pasaba en la calle, lo que me decían. Ya la habían dado por terminada a la esquina. Muchos lugares van muriendo porque el dueño murió, y se van cerrando. Hubo unas cuantas aperturas así como esta, por suerte, donde dieron el valor y salvaron. Pero otras están en el olvido y con peligro de cierre. Por eso este reconocimiento es tan importante”, concluye.

El carte, hecho con el arte del fileteado, del bar Saeta, que este año abrió renovado tras estar 2 décadas abandonado. Foto: Juano Tesone.El carte, hecho con el arte del fileteado, del bar Saeta, que este año abrió renovado tras estar 2 décadas abandonado. Foto: Juano Tesone.

Clarín

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