Pascual Albanese: «Argentina necesita superar el aislamiento e insertarse al mundo»
Pascual Albanese es columnista de El Tribuno y participará en el ciclo Hablemos de lo que viene, dedicado a la Semana de la Industria. En esta entrevista, analiza las condiciones internas y externas que se plantean a la política exterior del país y señala la urgencia de llevar adelante una reinserción en el mundo global, sin alineamientos ideológicos y privilegiando los intereses permanentes del país. Albanese pone de relieve la importancia de los acuerdos regionales para ganar espacio en el mundo globalizado. Asimismo, pone de relieve la imprescindible formación tecnológica dentro del sistema educativo y, también, como capacitación laboral permanente.
¿Cuáles son las prioridades del país para avanzar en la inserción en el mundo
El problema estructural de fondo, más allá de la inflación, surge del aislamiento internacional que hemos vivido, por lo menos, desde la asunción de Néstor Kirchner, en mayo de 2003. Este ha sido el factor decisivo en la caída de los niveles de inversión y producción, Sobre esta base, la estrategia debe consistir en avanzar en la inserción del país en el sistema mundial, lo que requiere comprender que estamos hablando de un sistema absolutamente globalizado, con economías crecientemente interdependientes donde incluso, el vínculo entre las dos grandes potencias que pugnan por la supremacía económica, tecnológica y militar, EEUU como potencia tradicional y China como potencia ascendente, está condicionado por esa interacción e interdependencia.
¿Cuál debería ser nuestra estrategia?
Una política inteligente para la Argentina tiene que ser entendida, no como un alineamiento automático con una de las potencias, sino un acercamiento firme y prudente con los demás países, priorizando los intereses del nuestro. La Argentina no puede desatender su relación histórica con Estados Unidos y, tampoco, el vínculo comercial que nos une con China. Hace falta una política exterior que esté preparada para definir objetivos y manejar profesionalmente y con perspectiva estratégica todas las contradicciones y los conflictos que, necesariamente, se van a producir. De todas maneras, independientemente del juego grande a nivel mundial, la cuestión estratégica del vínculo regional. La Argentina tiene que partir de la realidad regional expresada en el Mercosur. Brasil es el país más importante de América del Sur y es insoslayable una alianza estratégica con el nuestro. Es condición necesaria, porque la inserción internacional no puede desligarse de la regional. En este punto, además la reconfiguración de las relaciones económicas y el desplazamiento hacia el Este y del Atlántico hacia el Pacífico tornan decisiva, para nosotros, una alianza estratégica también con Chile. La propuesta del presidente Perón, en 1952, de una alianza con Brasil y Chile cobra más vigencia que nunca, porque es el camino directo desde el Mercosur hacia el Pacífico y las potencias emergentes de Asia, el epicentro de la economía mundial.
¿Cómo se debe vertebrar el vínculo con Latinoamérica?
Nuestro ámbito natural es el Mercosur y hay que consolidarlo. Pero las economías más abiertas del continente: Chile, Perú, Ecuador, Colombia, México y otros países centroamericanos han formado la Alianza del Pacífico Lo más recomendable es una convergencia de ambos bloques para favorecer la posición de la regional a nivel mundial.
Las diferencias entre Milei y Lula ¿son un obstáculo para una alianza entre Argentina y Brasil?
Esas diferencias no ayudan, pero la capacidad diplomática argentina y el excelente cuerpo de diplomáticos de Itamaraty son un factor decisivo para canalizar esta situación. Y hay un dato muy relevante: esa capacidad diplomática hizo posible que Brasil, con el presidente que tiene, y Argentina, con el suyo, nada empáticos entre sí, lograran un acuerdo para que Brasil se haga cargo de la embajada argentina en Caracas y de los opositores al régimen de Maduro refugiados allí. Es un hecho simbólico que demuestra que las desavenencias particulares de los gobiernos no tienen por qué torcer las alianzas estratégicas.
Pascual Albanese es vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y Miembro del Centro de Reflexión Política Segundo Centenario.
¿La Argentina ha tenido mucha política y poca diplomacia en las relaciones internacionales?
Ha prevalecido un criterio ideologista por encima de los intereses de la Nación. Hay que entender aquella definición del ministro británico Benjamin Disraelí: «Los países no tiene enemigos ni amigos permanentes; tienen intereses permanentes». Este, el de los intereses permanentes, no ha sido nuestro criterio rector y en ese punto de vista es imprescindible un replanteo muy profundo.
Nuestras cancillerías parecen carecer de idoneidad diplomática; son demasiados los nombramientos políticos en desmedro de los profesionales de carrera…
Es necesario tener en cuenta un dato fundamental. El servicio exterior cuenta con el personal más altamente especializado y calificado en el Estado, y esta es una ventaja para cualquier canciller. Tener una planta de personal en condiciones de gestionar, asesorar y orientar facilita la gestión. Desde ya, la figura del canciller es muy importante en tanto en cuanto deben tener claridad en el rumbo a seguir, lo que no depende del funcionario sino del presidente, y necesita capacidad para escuchar y prestar atención a los profesionales experimentados que lo rodean. Que dominan la complejidad de las relaciones exteriores, algo que no puede depender de una sola persona
Da la impresión de que el poder político deja de lado a los diplomáticos de carrera y prefiere nombrar amigos
Demasiado frecuentemente, la política doméstica y sus intereses pequeños han sido determinantes de la política exterior. La política doméstica no puede condicionar los vínculos con los otros países, tal como ha ocurrido en estos años.
¿Para Argentina será lo mismo que ganen Donald Trump o Kamala Harris?
Nunca es lo mismo…. Hay que ver qué es lo mejor. Obviamente son visiones distintas del rol de los Estados Unidos en el mundo y la política norteamericana es fundamental en el proceso de recomposición política del mundo. En el caso específico del gobierno de Javier Milei, se vería favorecido por la afinidad y sintonía de ideas que tiene con Trump puede facilitar determinado tipo de ayudas financieras. Pero el futuro de Argentina no depende de quien gane en EEUU.
¿Qué opinión le merece a usted el RIGI?
Tengo una mirada optimista. Los incentivos y las ventajas competitivas que el régimen ofrece a las grandes empresas van a traducirse en inversiones importantes en importantes rubros de la economía. En primer lugar, el hecho de que muchas provincias adhirieron indica que confían en que atraerá la inversión extranjera directa, especialmente, orientada a la generación de energía y a la minería. No involucra a toda la economía directamente, pero el RIGI puede generar cambios sustancialmente favorables.
¿Qué le falta a la Argentina para incorporarse de lleno a la nueva etapa de la revolución industrial?
En primer lugar, un sistema político sólido capaz de generar credibilidad interna y externa sobre el futuro de la Nación. Sin esta condición, es ilusorio imaginar un flujo de inversiones. En segundo lugar, una estrategia económica que contemple las condiciones de la economía globalizada y privilegie los sectores más competitivos: la agroindustria, la energía, la minería, el turismo y la industria del conocimiento. Estos son los sectores que pueden permitir la reconversión del sistema económico.
¿Y el capital humano?
Sin ninguna duda, se trata de un punto central. En este cambio de época, la prioridad es un salto cualitativo en la formación profesional y la capacitación laboral es una condición absolutamente ineludible para adecuar la población a las condiciones laborales de la economía del país y para ubicar a la economía del país en la economía mundial. La renovación en esa dirección se debe dar en el sistema educativo formal, desde el jardín de infantes hasta la graduación, y después debe incorporar la formación permanente de toda la población económicamente activa. Y debe ser permanente, porque los cambios son vertiginosos. La educación debe dejar de ser un capítulo en la vida de las personas para convertirse en una dimensión permanente de la existencia humana. De lo contrario, no vamos a ingresar a la economía de la inteligencia.
El sistema educativo argentino descuida hábitos y destrezas importantes para esta época y para el futuro. Faltan estudio de idiomas, capacitación tecnológica generalizada y estímulo para el estudio de carreras científicas y tecnológicas.
Se trata de asignaturas pendientes. Sin lugar a ninguna duda, orientar todo el sistema tecnológico en función de la producción es una necesidad estratégica en un momento como el actual. La investigación, en el sector privado y en el Estado, debe contribuir a optimizar la actividad productiva.
¿Hay una dirigencia dispuesta a cambiar el país?
La política tradicional atraviesa una profunda crisis. Está alejada de la gente… Y por eso ganó Milei. Lo que explica esta etapa es, precisamente, la necesidad de reconfigurar la dirigencia política. Son necesarios nuevos liderazgos, acordes a nuestro tiempo.
¿Nuestro rol histórico de proveedor de alimentos va a seguir vigente?
Si lo limitamos a la exportación de materia prima, es insuficiente. Pero la región puede consolidarse como polo exportador de proteínas para el mundo, en alianza con el Mercosur, y si se afianza como productor y exportador de energía y minerales, sin lugar a duda vamos a consolidar la posición y también, dejando atrás nuestras recurrentes crisis.
¿Cómo sería nuestra relación ideal con los EEUU y con China?
Con EEUU la Argentina tiene la necesidad fundamental de acordar políticas comunes en materia de seguridad, lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, y en defensa de los valores democráticos occidentales. Y al mismo tiempo, atraer inversiones norteamericanas para avanzar en el crecimiento. Con China se trata de afianzar los vínculos comerciales y económicos con el mercado más importante del mundo. Y también hay que considerar la capacidad de creación de infraestructura que ofrecen las empresas chinas que están comenzando a pesar en el mundo.
¿Puede haber guerra comercial entre China y EEUU?
El concepto de «guerra comercial» no se compadece con la realidad. Conflictos, competencias y rivalidades tecnológicas hay y van a haber. Pero es tan fuerte el efecto de la globalización, que la interacción es una garantía de equilibrio: lo peor que podría pasarse a China sería una debacle de la economía norteamericana, y lo peor que podía sucederle a EEUU sería una catástrofe para la economía china. Hay límites estructurales a la competencia entre ambas potencias. Lo que sí cabe descartar es una desglobalización de la economía y especialmente, una tercera guerra mundial.