24 de noviembre de 2024

El atleta sordociego que sorprende al mundo: «Mi vida cambió cuando dejé de ser víctima para convertirme en protagonista»

Acaba de terminar el primer entrenamiento después de varias semanas de inactividad debido a una operación en la que le realizaron un implante coclear para estimular el nervio auditivo. «Vamos para el cafecito de enfrente», indica Martín, que se apoya del hombro del cronista para cruzar la avenida Federico Lacroze. «Vos sos mi guía, yo te sigo». Entramos al bar donde todos lo conocen y le traen lo de siempre, el capuccino en jarrito. «Costó volver a entrenar pero me siento bien, estoy entusiasmado para la media maratón de Buenos Aires del domingo, que la gané cinco veces seguidas en mi categoría«, aclara con una sonrisa triunfal.

La historia de Martin Kremenchuzky (50) es de esas que sacuden, que inspiran y que no pasan inadvertidas. Estudió en la UAI, se recibió de ingeniero en sistemas y montó una empresa de software con la que le fue y le va muy bien. Hasta que su vida pegó un giro de 180 grados por las consecuencias del síndrome de Usher, que lo afectaba desde chico y se evidenció a partir de los veinte años, con una acelerada disminución visual y auditiva.

«Antes de quedarme ciego, mis dos grandes hobbies eran comer y trabajar», desliza sonriente este hombre que tiene cierto parecido al actor Daniel Day Lewis. «Me gustaban los deportes pero como no tenía visión lateral ni nocturna se me dificultaba la práctica. En mi adolescencia jugaba de arquero, en los centros salía a cualquier parte, pero en los mano a mano ganaba siempre. También practicaba tenis, pero lo jugaba al fondo de la cancha, para poder ver un poco mejor la pelotita. A partir de los 20 años, con la ostensible disminución visual y hasta los 34, no practiqué ninguna actividad», agrega.

Sumido en una profunda depresión, Martín recuerda aquellos momentos y no se reconoce. «Estuve literalmente tirado, sin hacer nada y confieso que perdí las ganas de vivir. Creo que el nacimiento de mi hijo Toto, hoy de 17 años, fue determinante para intentar recuperar el sentido de las cosas, las ganas y también la dignidad. Dentro de mi bajón existencial, no soportaba la idea de que mi hijo creciera y me viera como un tipo pobrecito».

La ceguera absoluta lo sorprendió, no imaginaba que sería total. «Yo sabía que tenía Usher y que estaba complicado, pero siempre imaginé que algo podría visualizar, tampoco los médicos que había visto me habían advertido, o quizás yo no quise saber mucho más». Encima la ceguera fue acompañada de un importante grado de hipoacusia. «Soy sordociego, no sordo y ciego, porque escuchar, como advertís, puedo escuchar. Me tenés que hablar a menos de un metro y te puedo seguir», remarca Kremenchuzky, sobre quien la escritora Cecilia De Vecchi escribió el libro «Confianza ciega».

Martín Kremenchuzky (50), junto a su inseparable guía, en una de las competencias que siempre lo tienen como protagonista.Martín Kremenchuzky (50), junto a su inseparable guía, en una de las competencias que siempre lo tienen como protagonista.

Vale decir que verlo desenvolverse es fascinante. No aparenta ser una persona con discapacidad, algo que lo ayuda su personalidad envolvente y su poder de la palabra. Suena su teléfono, lo toma y escucha el mensaje. Luego envía su respuesta a toda velocidad. Lo mismo que verlo entrenar, que lo hace con un guía que lo orienta y que está a su lado. Todo lo que podría ser traumático, Kremenchuzky lo lleva a cabo con una llamativa naturalidad..

Vuelve el tema del medio maratón del domingo y admite que no cumplirá sus registros habituales. «Hace un puñado de días que me dieron el alta, casi no entrené, pero me anoté en la carrera por pasión. Mi objetivo, primero, es llegar, y después terminarla corriendo, sin caminar. Creo que el tiempo que haré será de dos horas, o un poquito más, cuando mi promedio habitual es de noventa minutos. Yo siempre estoy entre el 10 por ciento de los más rápidos a nivel general. Si corren veinte mil participantes en una media maratón, yo llego 1.500, pero esta vez no sucederá», pronostica quien lleva sobre sus hombros cincuenta medio maratones..

Martín Kremenchuzky salió airoso de la operación en la que le hicieron un implante coclear para estimular su audición.Martín Kremenchuzky salió airoso de la operación en la que le hicieron un implante coclear para estimular su audición.

La charla no respeta un orden, va y viene, entre el presente y el pasado. «Primero fue mi hijo el que me sacó del abismo, del desgano físico y emocional que tenía y después, sin duda, el deporte me salvó la vida«. Kremenchuzky superó obstáculos, negativas y hasta sus propios miedos, para lograr uno de sus objetivos más importantes: aferrarse a la vida. «No fue sencillo, no fue de un día para el otro, pero algo cambió en mí, una gran transformación cuyo punto culminante fue el Martín triatlonista».

«Cuando asumí mis limitaciones, la vida cambió y empecé con distintos deportes, hasta lanzamiento de jabalina hice. Hoy me siento fuerte, sano. Te juro que la ceguera la manejo bien y hasta no me molesta y la gente me ve con cierta simpatía, pero la sordera no me la banco, me quedo afuera de charlas, reuniones y eso me jode, aunque trato siempre de mirar para adelante».

El libro "Confianza Ciega" (2016) describe la vida fascinante del ingeniero y atleta sordociego Martín KremenchuzkyEl libro «Confianza Ciega» (2016) describe la vida fascinante del ingeniero y atleta sordociego Martín Kremenchuzky

En los quince años que Martín lleva como atleta participó de unas 400 competencias, que incluye los exigentes ironman, triatlones que cuentan con pruebas extremas de nado, ciclismo y maratón. «Soy el único ciego e hipoacúsico en el mundo que completó un ironman«, repite con orgullo. «Y soy el primer ironman con discapacidad en el universo que conquistó todos los continentes».

«Mucha gente no sabe, pero el triatlón, que es la competencia que más me gusta, exige 3.800 metros nadando, 180 kilómetros pedaleando y 42 kilómetros corriendo. El año pasado corrí ocho triatlones. ¿Mi mejor tiempo? Fue en Barcelona, en 2019, cuando lo completé en 11 horas, 30 minutos en la categoría Physical Challenge«.

"Correr es la mejor de las terapia", asegura Martín Kremenchuzky, un apasionado de las competencias.«Correr es la mejor de las terapia», asegura Martín Kremenchuzky, un apasionado de las competencias.

Pionero de los corredores ciegos en la Argentina, hoy Kremenchuzky es un líder, un referente, un faro a seguir. «En 2010, un año después de quedarme ciego, corrí mi primer medio maratón de Buenos Aires y en 2014 tuve mi estreno en el ironman. Desde entonces no paré, me daba cuenta que estaba cada vez mejor y también me pasé del otro lado, rigurosidad, exigencia, obsesión, y la verdad que, para mi entorno, no estaba bueno ese costado, hasta que encontré un saludable equilibrio».

En su instagram, Martín, además de definirse como deportista, destaca otra faceta que hoy corre a la par, o le saca unos cuerpos de ventaja a la actividad física: «Conferencista ciego». Su historia de resiliencia se fue propagando y, a medida que sumaba logros deportivos, empezó a ser convocado por empresas, instituciones y escuelas para contar su experiencia de vida.

Martin Kremenchuzky, el atleta sordociego en una de sus tantas conferencias motivacionales para la que es contratado.Martin Kremenchuzky, el atleta sordociego en una de sus tantas conferencias motivacionales para la que es contratado.

«Llevo unas 280 conferencias y siempre son motivacionales. Humildemente soy bueno en la oratoria, tengo una manera de hablar, de expresar muy corporal, con mucho sentido del humor matizada con mi historia de vida, que es bastante pesada. Creo que el gancho es que yo no teorizo, hablo sobre vivencias, entonces a partir de mi credibilidad los convenzo, tengo el don de la persuasión», precisa este superhombre que fue nombrado, en 2017, Persona Destacada de la Cultura y el Deporte de la ciudad de Buenos Aires.

Cuenta Kremenchuzky que lo contratan de las empresas más importantes de la Argentina y de Latinoamérica con el fin de motivar al personal de sectores o áreas laborales golpeadas por algún tema económico o caída de un proyecto. «A veces me los tomo livianamente estos problemas y no lo puedo creer, porque todo es solucionable. Entonces aparece mi costado autorreferencial. ‘Yo perdí las ganas de vivir porque dejé de ver y casi de escuchar. ¿De qué carajo se queja la gente? No me vengas con el verso de que no podés. Mirame a mí, yo tuve que tocar fondo para reaccionar’. Algo de esto que estoy diciendo es lo que cuento en mis charlas y siento que le llego a la gente, por eso hoy estoy convencido que soy mejor conferencista que deportista».

El festejo de Martin Kremenchuzky por haber completado el Ironman, en 2022, en Israel y haber hecho podio en su categoría.El festejo de Martin Kremenchuzky por haber completado el Ironman, en 2022, en Israel y haber hecho podio en su categoría.

«Que todo es posible si uno se lo propone», es su máxima en cada exposición. «Hablo del poder de la mente, que a mí me aleccionó. Porque yo a los 34 o 35 años no quería saber nada de la vida. ¿Y cómo logré revertir la situación? Cambiando la cabeza -se pone sus índices en la sien-, está todo en la mente. Con actitud y perseverancia todos podemos lograr más de lo que creemos. Aunque suena a obviedad, es así… Y aunque a muchos nos cueste, sólo hay que decidirse. Quejándonos nos amargamos nosotros y a los que nos quieren. Es muy importante asumir nuestra condición».

Aparece Tomás, su hijo, y una sonrisa invade su rostro actoral. «Tenemos una gran relación, una hermosa complicidad, aunque ahora, con 17 años, no me da mucha bola… Muchas veces me lo imagino a Toto, tengo una cara que creo que tiene, pero no sé… Me dijeron que se parece a su mamá, que tiene el pelo así, los ojos de tal color y uno va haciéndose una idea. Lo mismo me pasa con Diana, mi compañera a la que conocí tomando clases de rock and roll, que no le conozco la cara, aunque me deslizaron que tiene un aire a Araceli González».

Concluye Martín que volverse una persona con discapacidad no sólo le cambió la vida cotidiana, sino que confiesa ser otra persona. «Cuando veía era quejoso, materialista, no valoraba lo que tenía… Necesité tocar fondo para emerger y valorar las cosas importantes de la vida, como son la familia, el amor, la salud. ¿Por qué no se valoran, o no las valoraba? Porque creía que era normal tener familia, amor y salud, un grueso error».

Por sobre todas las cosas dice que la discapacidad no sólo lo modificó sino que le enseño a vivir mejor. «Yo al principio me puse en el rol de víctima, hasta que mi vida cambió para bien cuando decidí ser protagonista. En los primeros tiempos quería que me tuvieran lástima, me quejaba, estaba muy negativo y me preguntaba por qué me pasa a mí todo esto… Hasta el día que me acepté como era y me convencí que no era menos que nadie por tener que pedir ayuda».

Clarín

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