9 de octubre de 2024

«Quiero mi título secundario porque será una puerta para nuevas oportunidades laborales»

Esta semana comenzaron las clases en el Centro Educativo de Nivel Secundario (CENS) Nº 7.096 y Roxana Ayarde es una historia viva que pertenece al colegio del Mercado San Miguel.

Ella se anotó, junto a Érica Pereyra, para el último año y lograr al fin obtener el título de la Enseñanza Media. Ella tiene el testimonio de lo difícil que es para algunas personas, con determinadas condiciones, mantener un cursado de escolaridad. Acá no se habla de inteligencia o coeficiente intelectual, entre tantas otras falacias, sino de los múltiples condicionantes que atraviesan las diversas trayectorias pedagógicas, que omiten los meritócratas, y que tanto afectan a la vida de las personas.

«Este año ya me quiero recibir. Yo sé que este año egresamos, estamos confiadas. Ya llevamos muchos años y este es el nuestro. Somos las últimas que quedamos de la camada», dijo riendo y llorando a la vez Roxana.

Lo que pasa es que Roxana y Érica comenzaron a cursar ese secundario en el año 2018, de cuando funcionaba en la Cerámica. Y ellas se volvieron inseparables. Ahora es el nuevo intento de egresar pues le falta el último año. Y están decididas a darlo todo sin importar nada. Ese es el espíritu que tienen hoy. Hasta le prometieron a El Tribuno la invitación a la gala de graduación.

Habla Roxana y dice: «Para nosotras es muy importante el título secundario porque te abre oportunidades laborales. En casi todos lados te piden el secundario completo para acceder a un trabajo registrado», dijo y resonó la revalorización que tiene esa institución que puede desaparecer en cualquier momento.

Roxana hace referencia a la experiencia, desde la calle, que es donde trabaja vendiendo artículos de temporada. Tiene en claro lo que necesita para mejorar sus condiciones de vida; y la de sus hijos también.

El relato de su historia devela la importancia de la Educación Pública.

Ella tiene 37 años y nació en Iruya. Siendo adolescente vino a Salta y comenzó a trabaja en la modalidad «cama adentro» limpiando casas. Si hay algo que caracteriza a las jóvenes de Santa Victoria Oeste y Iruya es que llegan a Salta para trabajar en casas particulares haciendo tareas de limpieza y cuidado de personas.

Roxana vino cuando tenía 14 años. Habrá muy pocas familias que se imaginan a su hijas de 14 años yendo a otro lugar a trabajar en domicilios particulares.

Siendo más grande, «mayor de edad», aclara, conoció a «Tito» Marcelo y se enamoró. Cuando tenía 19 años se casó pues ya estaba en camino Bautista, su primer hijo.

Así es como pudo salir de trabajar en casa particulares. Con el Bauti en brazos comenzó a trabajar de empleada en los diversos puestos del mercado San Miguel. «Yo trabajé en varios puestos, pero siempre dependiendo de un patrón. Yo quería entonces independizarme, que lo que trabajara sea para mí. No veía la forma. Para colmo luego de unos años vino Belinda, mi segunda hija. Más difícil se hacía entonces», dijo Roxana.

Con dos niños entonces toma la iniciativa de entrar a cursar el secundario. En las casa de las «familias bien», donde trabajaba, nunca la incentivaron al estudio, mucho menos le hicieron los aportes. Pero ahora estaba complicada con los niños, con el trabajo, con el poco dinero que ganaban. Esos son los trayectos pedagógicos más difíciles y los dispositivos creados para el cursado de adultos deben ser bien flexibles. Algunas veces se vuelven de goma, pero no pueden para casos como los de Roxana y Érica. A ellas les estaría llevando 6 años y tenemos toda la confianza que lo terminarán en este tiempo.

Final

Hoy Roxana tiene a su Bauti con 22 años estudiando Nutrición en la UNSa, a Belinda de 17 años finalizando el secundario también y llegó luego Gregori, que tiene 4 años y está en el Nivel Inicial. Ella sabe que ya pasó lo peor y que ahora tiene todo para recibirse.

Finalmente, hace unos años, dejó los puestos del mercado y se largó a vender en la calle; se volvió lo que la gente denomina «mantera».

Tiene una manta nómade que va analizando cada lugar donde se abren las ventas. Ahora le toca en la calle Boedo, al frente del Tomógrafo, cerca del hospital San Bernardo, en donde vende sus artículos para este invierno que parece que ya llega con toda su impiedad e insensibilidad.

En esa algente vereda ofrece gorras, zapatos en buen estado, máquinas de afeitar, cepillos de dientes, camperas restauradas, guantes de mil pesos (el par), cuellos abrigados, encendedores, una muñeca de 800 pesos, lápices labiales de 500, pantuflas, etc.

Con esa manta pudo llegar hasta viva hasta ahora, formó su familia, crió a sus hijos, ya se le reciben los dos; ella quiere recibirse para abrir su campo laboral. Aunque se vilipendie, la educación formal sigue siendo la esperanza para el ascenso social.

Seguramente El Tribuno estará presente en su graduación.

Sobre el colegio del San Miguel

Los trabajadores del Mercado San Miguel que no hayan terminado sus estudios secundarios ahora tienen la posibilidad de hacerlo.

El lunes de la semana que pasó comenzaron las clases en el Centro Educativo de Nivel Secundario (CENS) Nº 7.096 que funciona, de 20 a 23.40, en un aula habilitada en el predio del mercado San Miguel.

En el mismo espacio, desde hace dos años, funciona la primaria, de la cual ya egresaron varios trabajadores. El cupo de 25 estudiantes y se ha superado, pero lo mismo uno puede acercarse y preguntar.

Eltribuno

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