María, esa chica española que se hizo parte de la historia desde Tartagal
De su vida en Tartagal lo que más la emocionaba era ese momento porque quizás. sin saberlo, estaba escribiendo con sus manos blancas, esas manos con las que había comenzado lavando la ropa de cama, los manteles, las cortinas de cada habitación del hotel Espinillo, parte de la historia del pueblo al que años antes había llegado con su esposo Diego, andaluz como ella misma.
Lo que a María nunca se le fue de la retina era la piel blanquísima de esa mujer de rostro bello, la mujer más poderosa de aquellos años y sin embargo, de una sencillez que, de tan auténtica, contrastaba con con todo lo que de ella se decía. Cuando Eva Duarte llegó hasta el Hotel Espinillo ingresó a la habitación para descansar y como cualquier otra mujer, lo primero que hizo fue sentarse a la orilla de la cama, quitarse los zapatos y el saquito entallado de color oscuro tipo sastre que marcaba su figuraba delgadísima. A María no le pasó desapercibida la sobriedad pero a la vez lo fino que se veía ese traje y esa blusa de seda clara que llevaba puesta la Primera Dama. María la observaba con discreción pera cada gesto quedó por siempre en ella y así lo relataba cuando ya era una anciana y al recordar ese momento se emocionaba hasta las lágrimas. Las medias de nylon color piel con una rayita en la parte posterior era lo único que a María Eva Duarte de Perón le daban un poco más de color a sus piernas delgadas. Ya en la habitación a la que Maria la acompañó, Eva se sacó el saquito de mangas largas que llevaba puesto a pesar del calor y cuando María quiso recibírselo, Eva lo dijo: No hijita, no quiero que me sirvas, sentate un ratito y conversemos».
María le contó de ella y de su esposo Diego Amat y después de un rato de charlar, Eva le pidió recostarse un ratito. María había dispuesto de la mejor cristalería que pudo encontrar para ponerles a la pareja presidencial una jarra con agua. Eva le comentó que tenía un poco hinchados los pies y que luego de asearse después de un viaje tan largo -2 días en tren desde la estación Retiro- ya estaría dispuesta para salir al balcon del Hotel Espinillo.
Cuando María volvió por ella en un par de horas, la vio radiante, con otro traje y lista para acompañar a su esposo el General Juan Domingo Perón, al presidente de Bolivia, Enrique Herzog y su esposa y otras altas autoridades de ambas naciones que habían llegado a Tartagal para inaugurar el tramo norte del Ferrocarril Belgrano que con los años habría de integrar definitivamente a la Argentina con Bolivia.
María Jesús de Amat hacía un mes que estaba abocada casi de lleno a que la habitación de Eva y el General fuera lo mejor que pudieran ofrecerles en este recóndito lugar de la Argentina que en esos años seguro ni en los mapas aparecía. Por eso había viajado a la ciudad de Salta, comprado toda la ropa de cama nueva para atenderlos de la mejor manera que les fuera posible; y antes que Eva ingresara al único cuarto con baño privado que tenía el hotel y que en realidad era de ella y de Diego, colocó dos rosas blancas en la mesita de luz. Un ropero que había traído especialmente para la ocasión con un gran espejo, eran parte del decorado en el que trabajó varias semanas, porque quería que todo se viera perfecto.
El origen, como una aventura
María recordaba que al momento de dejar El Espinillo, Eva Duarte la tomó de sus manos, la miró directo a los ojos, le sonrió y una vez más le agradeció por haberla atendido tan bien. Le dio un beso, lo saludó a don Diego, el esposo de María y con el General Perón y la comitiva desandaron ese camino desde el hotel hasta la estación Manuela Pedraza para subir al tren al tren que con banderas argentinas los esperaba para hacer el trayecto a Yacuiba.
El virrey del Perú
Todo lo importante que sucedió en Tartagal, que este 2024 celebra el centenario de su fundación institucional, sucedió en los alrededores o en el propio Hotel Espinillo. Por qué razón este lugar, emblema de la ciudad, no ha sido aún declarado monumento histórico, es una deuda pendiente, pero lo real es que El Espinillo fue escenario de grandes acontecimientos sociales, culturales y políticos de la ciudad.
Su primera propietaria -junto a su esposo Diego- fue María Jesús Sales de Amat, una muchacha nacida en Félix, un pueblo de Almería en España, que llegó a la Argentina en tiempos de la Guerra Civil española que de hecho, recordaba como uno de los hechos más dolorosos de su vida. En el año 1937 junto a Enriqueta su mamá, luego de arribar a la Argentina, decidieron instalarse en la ciudad de Salta donde residían otros españoles que habían vivido antes también en el pueblo de Félix donde, la mayoría de las familias eran de apellido Amat, descendientes de Manuel de Amat y Junyent, virrey del Perú entre los años 1761 y 1776. En Salta también vivía Diego, unos pocos años más que María Jesús por lo que se conocían desde antes de dejar Europa por lo que no pasó mucho del reencuentro en esta nueva tierra hasta que se casaron en la iglesia de La Merced. Diego trabajaba como viajante para la antigua tienda La Mundial que quedaba en la esquina de las calles Belgrano y Mitre y fue el oficio del muchacho lo que lo hacía venir hacia Tartagal donde los pobladores le encargaban prendas de vestir.
Diego se hospedaba en esa fonda y fue así que ya casado con María decidieron emprender la aventura de comprarla, vivir en Tartagal y hacerla funcionar como un hotel donde los pasajeros se hospedaban y tenían las 4 comidas diarias.
María Jesús no sabía nada del oficio porque era hija de un sastre en Almería pero de todos modos acompañó a su marido hacia el norte. Lo que debe haber sido para ese par de inmigrantes empezar de cero en un rubro exigente como pocos, en una zona donde el agua escaseaba tanto y solo bajaba de la toma del río Tartagal por las acequias y se diseminaba por las pocas calles que tenía el pueblo.
Habanos para el General
El tema que María siempre recordaba era que por disposición de don Diego la mantelería del comedor, la ropa de cama, toallas, toallones y cortinas eran todas blancas así que era a la hora de la siesta con ese sol radiante cuando María aprovechaba a lavar docenas de prendas, colgarlas al sol para que este hiciera el trabajo que el agua poco clara no conseguía. A la joven pareja le costaba conseguir gente que los ayudara en esa tarea titánica que los esperaba todos los días para atender a los huéspedes que cada día eran más y la mayoría de ellos de origen extranjero ya que llegaban atraídos por el petróleo.
De la visita de Perón don Diego Amat recordaba que luego de finalizados los actos cuando se acercó a la habitación que ocupaba la pareja presidencial, él tuvo un gesto de cortesía con el presidente Perón y sabiendo que al general le gustaban los habanos, le acercó una cajita de cigarros. Al escucharlo hablar Perón lo primero que le dijo: Usted no es argentino no? Porque la tonada, los modismos andaluces en Diego como en María Jesús estaban intactos pese a los años.
María Jesús falleció el noviembre de 1999 siendo una mujer anciana pero jamás dejó de recordar lo que fueron sus comienzos al lado de Diego con quien tuvieron a su único hijo Humberto, sus experiencias de vida en este norte agreste, difícil y carente prácticamente de todo.