En 2001 y 2024 también: economistas chilenos del FMI que le dicen a la Argentina “no hay plata”
—Vos no me podés decir esto a mí, se lo tenés que explicar al Presidente —lo encaró Domingo Cavallo a Tomás Reichmann.
Era noviembre de 2001. En un mes ocurriría el colapso final del régimen económico y político de la Argentina: la convertibilidad y la Alianza, una coalición de gobierno de centroizquierda.
Cavallo era el ministro de Economía. Fernando de la Rúa, presidente. Y Reichmann, un economista chileno encargado del caso argentino para el FMI, organismo que venía sosteniendo las reservas del Banco Central. Reichmann se desempeñaba en el Departamento de Hemisferio Occidental, el mismo sector que hoy conduce otro chileno, Rodrigo Valdés, economista también, y que esta semana fue cruzado por el presidente actual de la Argentina, Javier Milei.
Aquella vez fueron Cavallo y Reichmann a ver a De la Rúa a Olivos. El chileno le dijo al Presidente que se había llegado a una situación en la que el organismo no brindaría más ayuda financiera. No había más plata.
Reichmann de allí fue a Ezeiza directo para tomar el avión que lo llevaría de regreso a Washington. Fin.
Cavallo no se dio por vencido. Se tomó el siguiente avión y llegó a Estados Unidos para reunirse con los jefes de Reichmann, Hörst Köhler , director del Fondo Monetario, y Ann Krueger, la entonces número dos del FMI.
El debate para los funcionarios del Fondo era así: la discusión seguía transcurriendo por los andariveles de que, básicamente, la Argentina tenía que devaluar. En verdad esto ya venía de la época anterior a que Cavallo fuera ministro de Economía: Stanley Fischer, antecesor de Krueger, le había hecho el mismo pedido a José Luis Machinea, ministro anterior a Cavallo. Por supuesto que ni para el equipo económico ni para el presidente, devaluar era una opción en un país como la Argentina.
Pero tampoco las medidas fiscales que se habían tomado en los años anteriores, más un megapaquete millonario (blindaje), habían conseguido restaurar la confianza del mercado y bajar el riesgo país.
Reichmann reconoció una vez su desconcierto. “Me siento frustrado. La Argentina es un país que ha hecho una gran cantidad de cosas buenas, pero todavía es incapaz de levantar el sentimiento de su propio pueblo, lo que lo aleja de los mercados de capitales. Esto está fuera de mi alcance. No sabemos cómo manejarnos con este tipo de psicología social”.
Pero la economía no detiene su marcha y la crisis continuó agravándose.
El 7 de diciembre de 2001, Krueger le entregó en mano a Cavallo un documento de una página titulado “Pasos para alcanzar un programa sustentable”. El texto consistía en una lista de seis puntos para llegar a acordar un programa con el organismo, entre ellos, pactar un ajuste fiscal para llevar a cero las necesidades de financiamiento en 2002, terminar con las exenciones impositivas, reestructurar la deuda y remover el corralito. El documento en ningún lado exigía terminar con la convertibilidad. Köhler y compañía pensaban que si le mostraban de manera detallada todos los pasos que debería seguir para lograr el ajuste fiscal, Cavallo abandonaría “un peso-un dólar”. Pero no. El ministro redobló la apuesta.
—Okay, hagámoslo entonces, respondió.
El ministro regresó a Buenos Aires y al día siguiente fue a la Casa Rosada a explicarle el plan al Presidente y al jefe de Gabinete, Chrystian Colombo.
—Y ¿cómo le fue al Mingo?, le preguntó Ignacio de Mendiguren, el presidente de la Unión Industrial Argentina, a Colombo unas horas después.
—Como el culo, le respondió.
Cavallo no logró sostener el ajuste sin conseguir más fondos del Fondo Monetario.
“Aquella reunión en Olivos fue uno de los momentos más amargos de mi carrera profesional”, contó un par de años atrás Reichmann a Clarín para esta columna.
Hoy, casi 20 años después, un presidente argentino y un economista chileno staff del FMI vuelven a verse las caras. O mejor dicho, a debatir. Milei cargó esta semana contra Valdés cuando mencionó que entre las trabas que su gestión enfrenta para levantar el cepo están los “puts” (seguros que paga el Tesoro a los bancos) que dejó la gestión de Alberto Fernández. “Estamos hablando de cuatro puntos del PBI. Y no solo es responsabilidad del gobierno anterior sino de un técnico del FMI que hizo la vista gorda con esto, alguno con vínculos con el Foro de San Pablo”, disparó Milei. Otra de las disputas hoy con el FMI es que el desembolso al país sería con la condición de que el dinero se use para intervenir el dólar.
“Reconocer que se había llegado al final de la ruta después de haber trabajado tanto para evitar ese desenlace, y a conciencia de lo que la crisis iba a traer, fue muy duro para nosotros y, por supuesto, más aún para las autoridades de gobierno”, le dijo Reichmann a Clarín 20 años después.