Movida aeróbica solidaria por la Casita Sopita de Letras: ¡Vos podés ayudar a los abuelos!
Bailarines y gimnastas salteños organizaron una movida solidaria en beneficio de la Casita Sopita de Letras, de barrio Ceferino. Se trata de una institución que alberga a adultos mayores que han sido abandonados o no tienen familia. Con ese fin, organizaron una jornada de puros bailes latinos y zumba. Las actividades se desarrollarán el próximo sábado, a partir de las 17, en el Parque Bicentenario.
Las clases serán gratis y están destinadas a personas de todas las edades. Solo piden colaborar con artículos de higiene personal, como shampoo, jabón de tocador, pañales para adultos, crema platsul. O bien elementos de limpieza o lo que pueda ser de utilidad para los abuelos.
Se trata de una iniciativa de los profesores Rita Patocco, Melisa Latnik, Daniel Aranda, Julián Romero y el reconocido instructor de bailes latinos, Javier Bayón. Todos integran la gran familia de gimnasio El Gymna, del barrio El Huaico II.
“Queremos cerrar el año con una movida gimnástica divertida y saludable, que a la vez sirva para ayudar a una institución tan importante para los adultos mayores en situación de vulnerabilidad, como la Casita Sopita de Letras”, explicó Bayón.
«Un hogar para abuelos sin hogar»
La Casita Sopita de Letras, de barrio Ceferino, es un albergue para ancianos judicializados. Está a cargo de Gloria Escalante, acompañante terapéutica. La mejor definición es que se trata de un “hogar para abuelos sin hogar”, donde se los atiende en sus múltiples necesidades.
“Esta entidad nació hace más de décadas como un comedor infantil, que tenía Pepe Viñals y el padre Martearena. También estaba la hermana Gregoria. Luego fallecieron los dos y seguimos trabajando”, contó Gloria. La mujer recordó, que todo comenzó con su madre, que era ciega. “Cuando la sentábamos afuera en la vereda, siempre se acercaba un abuelo a conversar con ella. Hasta que un día se largó una tormenta y me dijo que lo hiciera entrar. Y yo le dije: ‘Cómo voy a hacer entrar a cualquiera mamá’. Ella me respondió: ‘No es cualquiera, no tiene a dónde ir. No seas egoísta. Si ahí tenés piezas. Y así se quedó. Y luego llegaron otros. Llegamos a albergar a unos 11”. Hoy Gloria continúa con esa tremenda tarea que solo el amor puede sostener, la de cuidar a los adultos mayores, de los que nadie se hace cargo. “Mi mamá falleció a los 93 años y fue la mujer más feliz por haber podido ayudar a quienes más lo necesitaban”, relató Gloria.