24 de noviembre de 2024

Miles de argentinos cruzan la frontera norte para «estirar» los sueldos

Un matrimonio, con dos hijos, cruza el puente internacional de Salvador Mazza, luego de un extenuante viaje de seis horas. Tras un año y medio sin mantenimientos mínimos, el pavimento de la ruta nacional 34 presenta tramos deplorables en los 422 kilómetros que separan a la capital salteña de la frontera. «¿Cuánto nos cobra hasta Yacuiba?», pregunta la mujer que lleva la voz de mando en la familia. «Mil pesos argentinos», responde el taxista de San José de Pocitos. Mientras el taxi recorre los seis kilómetros hasta el centro comercial al que regresan después de dos años, el pasajero sentado en el asiento del acompañante le comenta al chofer que la última vez que estuvo en Yacuiba todo se manejaba con dólares o pesos bolivianos. «Las cosas cambiaron, señor», le aclara el taxista.

Un matrimonio, con dos hijos, cruza el puente internacional de Salvador Mazza, luego de un extenuante viaje de seis horas. Tras un año y medio sin mantenimientos mínimos, el pavimento de la ruta nacional 34 presenta tramos deplorables en los 422 kilómetros que separan a la capital salteña de la frontera. «¿Cuánto nos cobra hasta Yacuiba?», pregunta la mujer que lleva la voz de mando en la familia. «Mil pesos argentinos», responde el taxista de San José de Pocitos. Mientras el taxi recorre los seis kilómetros hasta el centro comercial al que regresan después de dos años, el pasajero sentado en el asiento del acompañante le comenta al chofer que la última vez que estuvo en Yacuiba todo se manejaba con dólares o pesos bolivianos. «Las cosas cambiaron, señor», le aclara el taxista.

Ni bien descendieron del taxi, antes de comenzar a recorrer los negocios, los viajeros entraron a un restaurante y el almuerzo les salió un tercio de lo que cuesta un menú económico en cualquier ciudad del norte argentino.

Tras una breve sobremesa, apenas empezaron a recorrer negocios, el hombre compró dos pantalones de vestir que en Salta cuestan arriba de los $60.000 por $17.000, cada uno. Su señora rápidamente lo convenció se sumar una par de chombas, por $13.000, cada una.

Mientras él se probaba las prendas, su compañera ya estaba embelesada con las ofertas de un bazar de la vereda de enfrente. De allí salió, minutos después, con una olla alta de aluminio con revestimiento antiadherente, de la marca Tramontina, adquirida por $20.000. «En Mercado Libre la misma olla se ofrece en Argentina por $64.999», le explicó a su esposo. Saliendo del bazar, ella volvió sobre sus pasos y vio conjunto de tres fuentes de vidrio con tapas, de otra reconocida marca, aptas para hornos, ofertadas por $20.000. «A estas también me las llevo», le dijo a la vendedora.

La familia apenas había recorrido dos cuadras y los chicos ya estaban impacientes por llegar a una tienda, en la esquina de la plaza principal de Yacuiba, que comercializa zapatillas originales de grandes marcas deportivas. «Mamá: esta, que aquí vale $60.000, allá cuesta $140.000», remarcó su hijo adolescente. El menor de los hermanos no se quedó atrás y pidió un modelo de la marca de las tres tiras que valía $65.000. El vendedor se acercó y puso el broche a la compra: «Señora, estas zapatillas tienen una oferta especial con el 20% de descuento».

«¿Aceptan pagos con tarjetas de débito?», consultó la mujer. «Sí, señora, pero con un solo pago», le aclaró el vendedor. Con rápidas cuentas, los cuatro se compraron zapatillas, incluida una de Fútbol Cinco, con la que el padre cincuentón empezó a soñar con un estreno de botines en el fútbol de veteranos de la capital salteña por la módica suma de $45.000.

La tarde se les pasó volando y cerca de las 18,30 reingresaron a Argentina cargados de bolsas negras que pasaron por el escaner de la Aduana sin objeciones. En una guardería de Salvador Mazza los esperaba el auto familiar para retonar a Salta, con el baúl rebosante de bienes de uso personal con los que el matrimonio se olvidó, al menos por una jornada, de sus sueldos que no les alcanzan para legar a fin de mes.

A esta familia, como a cientos que vuelven a cruzar la línea internacional para estirar salarios o ganarse la vida con ventas informales, ni siquiera la ruta nacional 34, con sus intratables baches, sus travesías urbanas con ahuellamientos incalificables, desvíos eternos, bifurcaciones mal señalizadas, anacrónicos puentes angostos y flujos infernales de camiones, colectivos, camionetas y automóviles, las desalienta de montarse sobre la reaparecida ola de los viajes y tours de compras.

Eltribuno

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