22 de noviembre de 2024

«Ciudades que construimos desde las emociones»

La especialista en estudios culturales Paula Mascías ofreció una reflexión profunda y reveladora sobre las ciudades, alejándose de las perspectivas exclusivamente materiales o estructurales. En su disertación, titulada «Las percepciones y deseos ciudadanos que construyen ciudades», puso el foco en las capas simbólicas y emocionales que determinan cómo habitamos y percibimos los espacios urbanos.

Mascías inició destacando que las ciudades no solo se conforman por su infraestructura y edificaciones. «Existen tres dimensiones: la ciudad material, la ciudad de relaciones y la ciudad simbólica», explicó.

En su visión, estas capas interactúan para definir cómo entendemos los espacios urbanos, desde el diseño arquitectónico hasta las narrativas que construimos colectivamente.

La ciudad material incluye edificios, calles y fronteras administrativas. Sin embargo, estas líneas no siempre coinciden con las fronteras simbólicas. «Vivo en un municipio que limita con otro. Aunque esa línea existe en el mapa, lo que define mi tránsito diario son los afectos y las relaciones que construyo en ambos lados», señaló.

Por otro lado, la ciudad de relaciones tiene que ver con los vínculos humanos que se desarrollan en los espacios públicos y privados. Finalmente, la ciudad simbólica se construye desde las emociones, los deseos y los recuerdos colectivos.

A partir de un estudio que incluyó 27 ciudades de América Latina, Mascías y su equipo analizaron las percepciones ciudadanas sobre el espacio urbano. Mediante entrevistas y encuestas, indagaron en aspectos como qué lugares transmiten calidez, peligro, pertenencia o rechazo. Estas percepciones, argumentó, son fundamentales para entender cómo se habitan las ciudades y qué narrativas emergen de estos espacios.

Un ejemplo destacado fue el caso de Bogotá, donde la implementación de una ciclovía transformó la percepción de la temperatura urbana. «La sensación de calidez asociada al uso de bicicletas modificó incluso la forma de vestirse y habitar la ciudad», relató. Otro caso fascinante fue el de una avenida en México que, aunque renovada, seguía siendo percibida como un lugar con «mal olor» debido a narrativas construidas décadas atrás. Este estigma fue superado mediante intervenciones artísticas que cambiaron la relación de los ciudadanos con el espacio.

Mascías también se adentró en el mundo de los «propios afectivos», un concepto que define como «los colores, olores y emociones que caracterizan las ciudades». En este sentido, describió cómo ciertas calles son percibidas como peligrosas o agradables, no necesariamente por lo que ocurre en ellas, sino por los imaginarios que las rodean. «Las percepciones, aunque inmateriales, generan acciones concretas. Una calle vista como peligrosa se abandona y, con el tiempo, puede convertirse en peligrosa de verdad», advirtió.

Para cerrar, la especialista invitó a reflexionar sobre cómo los desarrollos urbanos pueden responder no solo a necesidades materiales, sino también a los deseos y emociones ciudadanas.

Eltribuno

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