«Haré pizzas hasta que ya no pueda amasarlas con mis manos»
Hace 40 años, Horacio Chuychuy quedó a cargo de sus tres hermanos menores, con tan sólo 8 años de edad, en una casa humilde de Salvador Mazza. Solo con su papá, trabajador ferroviario, tuvieron que salir adelante como sea.
Ese hecho puntual marcó la vida de Horacio, el pizzero de la avenida Independencia de la ciudad de Salta.
«Yo cursé mi primaria en la escuela República de Bolivia, de la localidad de Salvadora Mazza, más conocida como Estación Pocitos», dijo con nostalgia Horacio.
«Tuve a dos maestras (de esa escuela) que me cambiaron la vida. Una fue Teresita Aparicio que apareció en el momento más crítico. Cuando yo tenía 8 años mis padres se separaron y quedamos con mi papá que tenía que ir a trabajar todos los días al ferrocarril. Mis hermanos tenían 5, 3 y un año. Y tuve que cuidarlos, darles de comer, vestirlos, al más chico limpiarlo y al de 5 prepararlo y llevarlo a la escuela. Ahí aparece la seño Teresa llevandome tranquilidad y enseñándome cosas de la vida. Ella me apuntala en el momento justo», dijo Horacio con lágrimas en los ojos. Nadie se imagina a uno mismo en esa situación.
Enseñanzas
En cuarto grado ya la tuvo a María Elsa Aguirre. «Ella me abrió la cabeza, me potenció mis posibilidades. Teresa me enseñó la vida por adelantado y María Elsa me dio la confianza para superarme en la escuela. Cuando ingresé al secundario en el colegio Antártida Argentina lo superé sin mayores esfuerzo. A los 18 años ya estaba en Salta, en la UNSa, queriéndome comer el mundo», dijo el gastronómico.
En cada fracción de su relato de vida se referencia a estas dos maestras.
En la Universidad Nacional de Salta (UNSa) ingresó a la carrera de Administración de Empresas, de la Facultad de Humanidades. Allí conoció el ritmo descontrolado del cursado en la universidad pública y a Griselda, compañera de carrera, quien luego se convertiría en su esposa.
Con ella tuvieron tres hijos; horacio también tiene al más grande con otra pareja. Son 4 en total y a todos los pudo criar de la mejora manera.
Mantener a la familia
Pero Horacio tuvo que comenzar a trabajar y a estudiar, mantener la familia. Se hizo todo cuesta arriba. Vendió diarios, autos, trabajó en un supermercado, hasta que ingresó a trabajar en una sandwichería de la San Martín. Ahí descubrió la magia de cocinar para la gente.
Vuelve a esa infancia marcada por el dar de comer a sus hermanos. «Para mí la cocina pasó de ser una obligación a una pasión», definió.
«Los mismos patrones de la sandwichería me llevaron a otro local que tenían en Tres Cerritos. Me llevaron a una pizzería y ahí comencé desde el puesto más bajo. Hice de lavacopas, de ayudante, de pelapapas, hasta que comencé a meter mano en la masa», ríe. «Ahí comencé a experimentar la pasión por la pizza y me comencé a perfeccionar. Luego pasé a otra pizzería en la Moldes y Alvarado. Ya era una maestro pizzero muy reconocido», dijo.
Pero el trabajo del asalariado no era para Horacio. Se encontraba ante algo que lo incomodaba. Él quería trabaja para él mismo y sabía que ya tenía las condiciones para abrir su propia pizzería. Sólo le faltaba el capital.
Vuelve a la infancia y se reconstruye.
«Yo no tenía plata, pero pensé que con plata cualquiera pone un local. Lo mismo le dije a mis patrones que me iba a poner mi propio negocio. Así que comencé a rodar la calle. En ese tiempo encontré en Peche Mitre un hombre que me vendió el horno sin un peso de adelanto. Fui, lo hablé y le dije con toda mi seguridad que iba a poner mi local, que me iba a ir bien y que le pagaba. Así me dio el horno, un freezer y una heladera», recordó.
También valoró a sus suegros Víctor y Griselda que le hicieron la mesada para el amase. Jesús Rios, un tata postizo que tiene, le alquiló el primer local en la Villa San Antonio, en la calle Delfín Leguizamón al 700. Era un local chico y con una ubicación desfavorable. El amigo Raúl Paredes salió a repartir folletines y en la inauguración tuvo que amasar más porque vendió todo. Así comenzó la famosa ya pizzería «Pizza Pizza».
El local, con el tiempo, le quedó chico y salió a buscar espacio otro más grande. En la avenida Independencia, esquina La Florida, había un local que fue de todos los rubros y que en todos fracasó. El último negocio fue un taller de moto que dejó el inmueble a la miseria lleno de grasa y descascarado por todos lados.
Así fue que la tropa de amigos se puso a trabajar en la limpieza, como ya acostumbrados a los desafíos, a comenzar todo desde la nada misma. Demolieron una parte, aprendieron en mediodía a poner durlock y en menos de 2 meses se produjo la mudanza a la Independencia, lugar donde funciona hasta la actualidad.
Siempre con la misma cantidad de ventas, Chuychuy dice: «Si bien esta zona está descalificada, mal tildada como zona de drogas, prostitución y delincuencia, yo encontré acá a los mejores vecinos que tuve. Son excelentes personas y es un barrio que amo», dijo el pizzero.
Para tener una idea sobre cómo se encastró en la barriada se debe mencionar que allí conformaron la famosa «Comisión Independencia» compuestas por amas de casa, comerciantes, policías y trabajadores varios de la avenida. En 2014 organizaron el primer corso infantil. En 2015 organizaron el primer desfile del 9 de Julio. En el 2016 comenzaron a entregar el premio a la Docente Destacada que se llama «María Elsa Aguirre». En el 2022 entregaron premio al estudiante destacado. También realizan el desfile del 25 de Mayo. Toda la organización es de la Comisión Independencia.
Lo que busca
«¿Qué quiero para el futuro? que más chicos salgan a comerse el mundo por cuenta propia. Trabajamos para eso desde la Comisión. Ya nos falta poco para ser viejos y tienen que venir las nuevas generaciones de gestores barriales. Y yo seguiré en la pizzería haciendo lo que me gusta. Mis hijos ya están grandes y ahora disfruto de mi nieto Alexis. Lo único que me falta es volver a la universidad a estudiar Protocolo y Ceremonial, por placer. ¿hasta cuando seguiré cocinando? hasta que ya no me den las manos para amasar», dijo.