El escenario mundial exige una diplomacia sólida
La solidez de un gobierno depende, en términos electorales, del reconocimiento de la opinión pública. La muy buena imagen que mantiene Javier Milei actualmente se debe a sus innegables aciertos en la lucha contra la inflación, la reducción drástica del gasto público y del déficit fiscal, y la progresiva disminución de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo. Estos avances han contribuido a un alentador descenso en el índice de riesgo país.
Sin embargo, la solidez a largo plazo exige, además, una gestión firme, desarrollada por un equipo de ministros y funcionarios profesionalmente capacitados y con acceso directo al presidente para evitar desinteligencias. En otras palabras, se necesita un gabinete que funcione de manera coordinada.
Este es un punto que el presidente Milei deberá revisar en su gestión. El reemplazo de Diana Mondino por Gerardo Werthein en la Cancillería, sumado a la salida del ex jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y de otros ministros, evidencia una inestabilidad que es poco saludable para un buen gobierno, especialmente considerando los grandes desafíos que enfrenta.
La renuncia de Diana Mondino se produjo a raíz de un supuesto desacato a la orden de votar en los organismos internacionales en alineamiento con EEUU. Más allá de que esta postura es una atadura autoimpuesta, es una decisión suficientemente explícita del presidente. Sin embargo, Argentina no cumplió dicha alineación en la ONU al tratarse el mantenimiento del bloqueo comercial estadounidense a Cuba.
En un país cuya planta diplomática ha sido debilitada durante muchas presidencias, realizar una auditoría ideológica, como la que se anuncia para el personal de carrera, sería un error grave. La planta diplomática está compuesta por personas con sólidos conocimientos sobre la realidad mundial, la importancia de saber lo que es conveniente o no en relación a cada país y gobierno, y la necesidad de separar las perspectivas ideológicas de los intereses nacionales.
Esta formación implica, además, un pensamiento crítico, indispensable para el ejercicio profesional, la capacidad de informar con prudencia sus opiniones y la disciplina para ejecutar los objetivos dispuestos por el presidente, independientemente de que estén de acuerdo o no con ellos.
Al subrayar su adhesión a EEUU e Israel, Javier Milei se posiciona del lado de dos países que defienden, en el plano internacional, los valores políticos y los principios de soberanía frente a un bloque oriental donde China y Rusia implementan estrategias expansionistas en Taiwán y Ucrania, respectivamente, y donde Irán libra un conflicto bélico a través de fuerzas irregulares como Hamas y Hezbolá contra «Israel y todo Occidente».
Sin embargo, generalizar la etiqueta de «comunista» para todos aquellos que no compartan el pensamiento libertario puede hacer que la política internacional se convierta en un boomerang, ya que Argentina necesita consolidar lazos políticos y comerciales con países como Brasil, España y China.
Los escenarios internacionales son determinantes: a pesar de los graves conflictos internos en Bolivia y Venezuela, los países sudamericanos deben construir acuerdos comerciales y de cooperación para fortalecer su papel como proveedores de alimentos, energía y combustible, asegurarse de contar con tecnología propia y lograr una cierta autonomía en el desarrollo sustentable.
El gobierno libertario aspira a una gestión refundacional. Para lograrlo, necesitará un equipo capacitado de funcionarios en todas las áreas. Las inversiones solo llegarán a una Argentina que ofrezca estabilidad y seguridad, donde la libertad, valor esencial para el ser humano, no se limite a la libertad de comercio, sino que se traduzca en un país con educación universal, acceso equitativo a todos los derechos básicos y una democracia plena. A ese genuino logro histórico debería aspirar el presidente.